Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

483 Bentham está colmada del egocentrismo de su autor, que era un gran pensador. Su cortesía no cuaja, porque se ve que espera experimentar con una nación dibujada en un mapa: Bentham quiso ser el Platón de Chile. Y su carta es un poco ridícula si nos acordamos de quiénes, por entonces, habitaban las altas esferas del Derecho en Chile: todos personajes dispuestos a la legislación, que difícilmente hubiesen visto con buenos ojos esa receta. Aunque el caso es, también, una muestra de que el poeta del siglo XVIII y XIX logra más que el filósofo. Malmirado en la república pla- tónica —porque es el filósofo el que quiere legislar—, el poeta, por distintas vías, termina legislando. Tratándose de un poeta que partici- pa del espíritu dramático, como es el caso de Bello, ocurre algo más: dispone él la escena para la legislación, como si esta fuese un resul- tado de aquella, y entonces entendemos el papel que cumple Bello en varios niveles argumentativos y en distintos recintos del poder. El Bello que habla a la opinión pública en la prensa, defendiendo ciertos artículos problemáticos del proyectado Código ; el Bello que ha estado enseñando Derecho Romano; el Bello que ha redactado veladamente y en parte —según algunos— la Constitución del 33 ; el Bello que ha propuesto, ya a la época de los primeros proyectos del Código, una Gramática , es decir, un soporte del entendimiento común; el Bello que redacta discursos de la presidencia de la república y el que hace el papel de legislador propiamente tal en el Senado; y, lo que es más importante, el Bello que sabe callarse y restarse para dejar desenvol- verse a la opinión pública. El filósofo caricaturizado de entonces, en cambio, los hubiese embarcado a todos en su república, dejándolos como súbditos de un acabado sistema de ideas, más allá del cual se es un tonto, un paria, un obstinado. Bello no busca un gobierno de las ideas; lo que propone es un gobierno de la letra puesta por escrito o, mejor dicho, impresa, es decir, publicitada, divulgada. Procura así que las ideas gobiernen como tales y no como dogmas. He aquí, por lo mismo, una hebra mayor del estilo. Londres. En efecto, Bello en Chile operó permanentemente como garante de los equilibrios: era mano derecha de los conservadores pero protegía a la juventud liberal; no hacía de su definición religiosa una imposición violenta. Como hemos visto, poco antes de morir fue requerido para dirimir litigios internacionales.

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