Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

481 Goethe, por ejemplo, mantenía reserva irónica con los intelectuales más connotados de su tiempo, aún participando de los ambientes co- munes. 156 Bello no dejó tantos vestigios como Goethe de sus sensa- ciones respecto de todas las cosas que lo rodeaban. El asunto es más bien misterioso. más que el filósofo Bello a veces da la impresión de haber sido un sirviente de la secta utilitarista londinense, que en ese entonces luchaba por imponer sus teorías sobre el bien común y la felicidad; un sirviente que, en sus estrechos márgenes, se ocupaba en trabajos de archivo: básicamente descifrar, a partir de 1817 , manuscritos de Bentham cuya caligrafía endiablada acabó por arruinar la suya. 157 Para otros, Bello es un mero simpatizante de esta escuela. 158 Inevitablemente, lo que de poeta había en Bello rivalizaba con su deslavada faz de filósofo. Tal contrariedad no es nada nueva: “Hoy poesía y pensamiento —escribió María Zambrano— se nos aparecen como dos formas insuficientes; y se nos antojan dos mitades del hom- bre: el filósofo y el poeta”. La resolución de Platón en favor de la filo- sofía y la condena a la poesía ¿tuvo realmente sentido? “Los filósofos no han gobernado aún ninguna república”, agregó ella, mientras que la poesía quedó en rebeldía, acusando a la razón desde la marginalidad. Bello no es un filósofo propiamente tal. No fue interrumpido por una violencia que lo obligara a acceder a una fase distinta de la existencia: “Lo que el filósofo perseguía lo tenía dentro de sí en cierto modo, el 156 Cuando en Jena confluían los hermanos Humboldt, los hermanos Schlegel, Fich- te, Schiller, Schelling, Goethe escribía a Von Knebel: “Dada la tendencia especu- lativa del mundo en que me muevo, y que debo implicarme en ello a lo menos en conjunto, comprenderás fácilmente que a veces no sepa dónde tengo la cabeza”. Safranski ( 2009 , p. 185 ). 157 Véase las referencias a Jeremy Bentham en Miguel Luis Amunátegui ( 1882 , pp. 115 - 117 , 144 , 379 - 382 , 410 , 670 ). 158 La caligrafía es ella misma una maestra del estilo como lo ofrece la leyenda de la cual se hace eco Bello según la cual Demóstenes “tuvo la paciencia de copiarlos hasta diez veces de su mano” la obra de Tucídides para adoptar su estilo. “Com- pendio de la Historia de la Literatura”, en Bello (Vol. IX, p. 59 ).

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