Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

480 que resultaran del desmembramiento que proponía en España. 151 Po- siblemente, Bentham pretendía hacerse un espacio para poner en práctica su legislación y para eso se entendía en varias trincheras. Hacía recordar, eso sí, a los criollos, que él había dado consejos a los españoles liberales. Bentham exhibía además credenciales anticleri- cales que probablemente no gozaron de toda la simpatía de Bello. Al sugerir la adquisición de los libros de Bentham a la Universidad de Caracas, Bello prefirió las traducciones de Dumont por ser menos notorio su sentimiento antirreligioso. A este respecto, no está de más señalar que, cuando se trató de valorar la filosofía de William Paley ( 1743 - 1805 ) —teólogo utilitarista del diseño inteligente—, Be- llo mandó suprimir de la nota que consideraba su obra valiosísima para los jóvenes, pues contenía “ciertas reflexiones contra la reli- gión católica”. 152 Quizá, como Voltaire, no soportaba en los “insulsos y respetables prelados de Inglaterra” 153 esa apatía por la religiosidad profunda a la que habían contribuido. Las relaciones de Bello con los “benthamistas” se hicieron cada vez más lejanas, 154 y, finalmente, nulas. En el Prospecto del Colegio de San- tiago , sin embargo, las obras de Bentham las incluyó para el estudio de la ciencia de la legislación, 155 pese a que Bentham rechazaba la doc- trina del derecho natural. Las aprensiones de Bello con los círculos intelectuales que frecuen- tó en Londres pueden responder a diferentes motivos. No es extraño que ciertas personalidades le hayan cultivado algún tipo de distancia. 151 Rodríguez Monegal ( 1969 , p. 501 ). 152 Velleman ( 1995 , p. 42 ). Hay un aspecto que pudo haber sido molesto para Bello. Recordemos que solo recién en 1850 , cuando Bello llevaba más de 20 años en Chile, se repuso la jerarquía católica en Inglaterra. Años antes, el cardenal Con- salvi se había atrevido a pisar la isla herética después de más de dos siglos en los que ningún cardenal se había aproximado a ella. Durante estos siglos los ingleses construyeron una verdadera historiografía paralela anticatólica y antirromana. Bello no pudo haber permanecido indiferente a esta virulencia convertida en co- rrección política, a pesar de que él mismo no era —como dice Schiller en su María Estuardo — un “papista desaforado”. Ver la escena de María Estuardo de Schiller, en que se comenta la conjura católica contra Isabel, supuestamente organizada por María. 153 Trevor-Roper ( 2009 , p. 203 ). 154 Dinwiddy ( 1980 , p. 379 ). 155 Velleman ( 1995 , p. 131 ).

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