Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
460 Será la prosodia la que permita aprender a leer , quiero decir, desci- frar la partitura implícita en los textos no solamente poéticos. 108 Así, la gramática y la ley entrarán por el estilo. Adhiere de paso a una con- cepción francesa del estilo: Si el estilo es el hombre, según Montaigne, 109 ¿cómo podría per- mitirse al pueblo la formación a su antojo del lenguaje, resultando que cada cual vendría a tener el suyo, y concluiríamos con otra Babel? En las lenguas como en las leyes, es indispensable que haya un cuerpo de sabios, que así dicte las leyes convenientes a sus ne- cesidades; como las del habla en que ha de expresarlas; y no se- ría menos ridículo confiar al pueblo la decisión de sus leyes, que autorizarle en la formación del idioma. En vano claman por esta libertad romántico-licenciosa del lenguaje, los que por prurito de la acentuación etimológica. Nadie con mejor suceso que la Real Academia Espa- ñola pudiera dirigir o corregir el uso, reducido en las palabras de que hablamos, a una esfera limitada de personas, puesto que rara vez se oyen en el habla común. Así lo ha hecho algunas veces este sabio cuerpo, aunque tan circunspecto en sus decisiones. Paralelógramo, esdrújulo en la sexta edición de su Diccionario, aparece como grave en la de 1852 ”. Bello (Vol. VI. p. 82 ). 108 La prosodia, es decir, la ubicación de los acentos en el lugar que por uso corres- ponde, permite, por ejemplo, saber leer un poema. El ritmo de aquel depende de la prosodia. Desconocerla impide disfrutar la musicalidad, o sea, es ser analfabeto respecto del pentagrama implícito. La obsesión de Bello respecto de este asunto llega muy lejos. Se ocupa, por ejemplo, de definir reglas prosóditas para palabras que se emplean en castellano tomadas de otras lenguas. Escribe “Hemos hablado hasta aquí de los orígenes latino y griego. Por lo tocante a las palabras tomadas de otras lenguas, y en que la prosodia no está determinada por un uso constante, se debe seguir la acentuación de su origen, en cuanto sea compatible con la índole del castellano, como siempre lo es la acentuación de los otros dialectos latinos. Retúvose, por tanto, el acento italiano o francés en sopráno, violoncélo, esdrújulo, coquéta, randevú, fricasé. Mas no sucede lo mismo en las voces tomadas de otros idiomas, verbi gracia el inglés; en las cuales unas veces es posible conservar, y conservamos en efecto, la acentuación nativa, como en milór, ládi, júri; y otras veces, porque no lo es, o sin embargo de serlo, preferimos dar a la voz el acento que nos parece convenir mejor a su terminación según la índole del castellano, como en fasionáble (fáshionable) , Cantórberi (Cánterbury), Newtón (Néwton), Ba- cón (Bácon), Wolséo (Wólsey)”, ibid., pp. 82 - 3 . 109 Norberto Pinilla aclara en la nota número 1 que esta cita no pertenece a Montaig- ne sino a Buffon, quien en su discurso sobre el estilo dice: “Las obras bien escritas serán las únicas que pasarán a la posteridad; la cantidad de los conocimientos, la singularidad de los hechos, la novedad misma de los descubrimientos, no son ga- rantías seguras de inmortalidad, si las obras que los contienen solo rozan objetos pequeños, si están escritas sin gusto, sin nobleza, sin genio, perecerán porque los conocimientos, hechos y descubrimientos desaparecen fácilmente; se transfor- man y aun ganan al ser compuestos por manos hábiles. Estas cosas están fuera del hombre, el estilo es el hombre mismo”. Pinilla ( 1945 ). Buffon ( 2014 , pp. 333 - 9 ).
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