Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

46 ( no ) como goethe “Goethe —escribió George Santayana— fue el hombre más ilustrado de la humanidad; demasiado ilustrado acaso para ser un filósofo en el sentido técnico del vocablo o para someter este mundo salvaje a la ortopedia de una terminología sutilmente cerebral”. 63 Hay, en esa síntesis, un halo que puede trasladarse a Bello. En esta investigación me he servido de un paralelo que para Bello ya había sido propuesto por el gramático polaco-argentino Ángel Ro- senblat. Él sostuvo en la década de los 60 del siglo XX: Andrés Bello es sin duda el primer humanista de nuestra América, una especie de Goethe hispanoamericano, en una época en que el humanismo era todavía padre de la ciencia, y el humanista era a la vez filósofo, historiador y poeta, jurista y gramático, y trataba de abarcar a la vez la vida espiritual y los misterios de la naturaleza. 64 Nicolai Bujarin propuso que Goethe era la mejor expresión de la bur- guesía. ¿Pero se podría decir de Andrés Bello, como dijo Bujarin de Goethe: “no olvidemos que Goethe expresó en admirables estrofas solemnes, semejantes al sonido de un órgano universal, la generali- dad de las leyes de todo lo que existe”? 65 Seguramente no: Bello es el Goethe, le petit. Y es que los fantasmas europeos siguen colonizando los cuerpos americanos hasta mucho después de las llamadas emancipaciones del siglo XIX. Por eso, corresponde examinar a fondo una analogía tan formidable como la expresada por Ángel Rosenblat. Bello no ha cuajado como una personalidad autónoma cuya obra lo anteceda (el Código Civil quizá sea una excepción); una obra que sea valorada por sobre los aportes relativos a los variadísimos asun- tos a los que dedicó su atención. La vida no le es tan propia. En tal aspecto, la comparación con Goethe resulta un tanto exagerada. 63 Santayana ( 1943 , p. 109 ). 64 Rosenblat ( 2002 , p. 341 ). Hay quien ha dicho, al revés, que Goethe fue el “Bello germánico”. 65 Bujarin ( 1978 , p. 51 ).

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