Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
459 de la versificación, que nada desfigura tanto como el juntar las combinaciones de las vocales lo que debe separarse, o al contrario; sino porque bajo este respecto se introducen de día en día en la pronunciación familiar vicios que al fin se hacen incorregibles, y tienden a corromper la lengua, y a destruir su uniformidad en las varias provincias y estados que la hablan. 104 En Bello se mezclan la gramática, la poesía y el Derecho al extremo que, si bien les dedicó trabajos por separado, se hace artificial tratar- los de este modo. Otra forma de ver esta mutua complicidad lo ofrece el concepto de “letras útiles”, es decir, que no pueden eludir la fun- ción de sus intereses propios (“no escribo para agradarte/ sino para que aprendas”, dice Goethe). 105 Para Bello los gramáticos tienen un papel social, una tarea que los emparenta con los legisladores: “Con- tra estos reclamos justamente los gramáticos, no como conservadores de tradiciones y rutinas […] sino como custodios filósofos a quienes está encargado por útil convención de la sociedad fijar las palabras empleadas por la gente culta, y establecer su dependencia y coordi- nación en el discurso, de modo de que revele fielmente la expresión del pensamiento”, 106 escribe. Es en esta polémica, en la que entra para salir de inmediato, donde postula al gramático y al legislador como sabios que proporcionan al pueblo una coherencia cuya depuración se les ha encargado. 107 104 “Qué diferencia hay entre la lenguas griega y latina, por una parte, y las lenguas romances por otra en cuanto a los acentos y cuantidades de las sílabas; y qué plan debe abrazar un tratado de prosodia para la lengua castellana”, ibid ., pp. 349 - 50 . 105 Goethe ( 2008 , p. 438 ). 106 Bello, “Ejercicios populares de la lengua castellana”, en Pinilla ( 1945 , p. 27 ). 107 En un pie de página de Principios de la ortología y métrica , en “Segunda parte. De los acentos”, Andrés Bello comenta las decisiones prosódicas de la Real Academia de la Lengua Española que sí han variado respecto de ciertas palabras de origen griego filtradas por el latín. Dice: “Hay cierta propensión a esdrujulizar los nom- bres que con poca o ninguna alteración nos han venido de las lenguas antiguas y especialmente de la griega. De aquí los esdrújulos Arístides, Mitrídates, Éufrates, parásito, cíclope, paralelogramo, bibiópoles, que teniendo larga la penúltima en el idioma de su origen, debieran, según la etimología latina, acentuarse en ella. La práctica contraria parece argüir que estamos en el día menos familiarizados con la literatura de la lengua madre que en tiempo de los Argensolas, y que en esta parte nos llevan ventaja los italianos, ingleses y alemanes. En cuanto a los france- ses, todos saben que el organismo de su lengua apenas permite influjo alguno de
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