Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

449 Bello, por su parte, pacificaba los ánimos políticos, los disolvía en sus asuntos previos, hacía correr el aire en los antros del pesimismo: “Nada más natural que sufrir las calamidades que afectan a los pue- blos en los primeros ensayos de la carrera política”, escribe, y sos- tiene con altura de miras que “en América, el estado de desasosiego y vacilación que ha podido asustar a los amigos de la humanidad es puramente transitorio”. Chile es un lugar que goza de especial orden y paz, dice. Pero hay quienes están en contra de las combinaciones que logra el orden: “Querrían que este acto fuese solemnizado con tumultos populares, que le presidiese todo género de desenfreno”. 88 escuchar al enemigo Bello hacía ostentación de su sagacidad internacional no poniéndo- la al servicio de grupos de un nacionalismo exagerado. Aquí vemos su universalidad aduanera. Cuando varios países hispanoamericanos hacían tratativas con el gobierno español de Isabel II para conseguir reconocimiento, y en Chile estaban quienes se oponían a cualquier conversación, Bello decía en El Araucano : Escuchar al enemigo no es empeñarnos a ojos cerrados a recibir sus propuestas como leyes y a poner nuestra suerte en sus manos. Ar- mémonos de desconfianza, si se quiere, tomemos todas las precau- ciones posibles para nuestra seguridad; pero oigámosle al menos; los consejos de la prudencia no se oponen a la humanidad y cortesía que, aun en el ejercicio del funesto derecho de la guerra, distinguen a los pueblos civilizados de los bárbaros y hacen más gloriosa la victoria. 89 Era una época difícil para España. Acontecían las luchas derivadas de la sucesión del trono, entre Carlos, el hermano del difunto Fer- nando VII, y la regencia de su hija, la pequeña Isabel II. Bello se preguntaba retóricamente: 88 “Repúblicas hispanoamericanas”, en Bello (Vol. X, p. 425 ). 89 “Reconocimiento de las repúblicas hispanoamericanas por España”, en Bello (Vol. X, p. 546 ).

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