Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

446 los legisladores americanos hiciesen de ella meditadas, juiciosas y exactas aplicaciones, y adoptasen, para la formación de las nuevas constituciones, una norma más segura que la que pueden presen- tarnos máximas abstracciones y reglas generales […] Estas ideas son plausibles; pero su exageración sería más funesta para nosotros que el mismo frenesí revolucionario. 82 Bello dice, por una parte, que las disposiciones reales de una sociedad no pueden ser desoídas, que no existe tal cosa como una condición humana idéntica que permita aplicar a rajatabla los principios del si- glo XVIII; pero, por la otra, sostiene que no debe renunciarse a esos principios. No es que Bello piense que aquellos tienen defectos intrín- secos, simplemente hay sociedades que se hallan mejor adaptadas que otras: “Reconociendo la necesidad de adaptar las formas gubernativas a las localidades, costumbres y caracteres nacionales, no por eso de- bemos creer que nos es negado vivir bajo el amparo de instituciones libres y naturalizar en nuestro suelo las saludables garantías que ase- guran la libertad, patrimonio de toda sociedad humana que merezca nombre de tal”. 83 La aduana de Bello se transformará en una revisión de los mate- riales internos que objetivamente eran útiles a ciertos progresos que procedían de la civilización europea. Le parecían preocupantes las maneras de incorporar el acervo cultural europeo, no se le ocultaba que ciertas disciplinas científicas eran dejadas de lado para, en su lu- gar, abrazar las síntesis, eso que puede llamarse filosofía de la historia, e incluso ideología. Veía que hacía falta una formación desde adentro para que esos aportes de la “civilización” fuesen valorados en su me- jor medida. “El mundo científico es solidario”, acepta Bello, “la filo- sofía de la historia de Europa será siempre para nosotros un modelo, una guía, un método; nos allana el camino; pero no nos dispensa de andarlo”. 84 Las palabras anteriores, que están tomadas de la polémica 82 “Repúblicas hispanoamericanas”, en Bello (Vol. X, pp. 422 - 3 ). 83 “Repúblicas hispanoamericanas”, en Bello, ibid. , p. 423 . 84 Y sigue: “[L]o que el señor Chacón llama camino trillado es el único camino de la historia […] sólo por los hechos de un pueblo, individualizados, vivos, completos,

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