Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

43 como una luz que se demora mucho. Para el poeta menor esa rima sobreviene pronto, porque su metro es corto; para el mayor, habrá que armarse de paciencia. Mucho de lo que se dijo en los siglos XIX y XX sobre Bello fue prematuro. Las polémicas según las cuales Bello fue un conservador o un liberal, un republicano o un monárquico, un neoclásico o un romántico, no son buenos encuadres. Andrés Bello no estuvo bajo las exigencias curriculares de la Guerra Fría o, mejor dicho, las de la Santa Alianza, que pronto se le hicieron lejanas. Esa excepcionalidad de Bello es el pie forzado a partir del cual se desen- vuelve su designio en la cultura. los comentaristas Los comentadores chilenos de Bello, durante los siglos XIX y buena parte del XX, adolecían casi siempre de una especie de irrestricto amor al padre. Es muy difícil hallar en sus páginas críticas desa- rrolladas. Donde sí se dieron críticas fue en el mundo de los co- mentaristas del Derecho Civil y las propuestas de reforma al Código. Pero en la mayoría de los casos a menudo desplegaban una serie de adjetivos laudatorios en un plano de armonía sacramental. La figura de Bello es, para ellos, armónica con toda la cultura clásica. Cuando, por tomar un ejemplo, el puntiagudo Ángel Gallo se refería al Bello filósofo y necesitaba poner de realce la escuela a la que de algu- na forma adhirió (y, por lo tanto, explicitar las diferencias con los presocráticos), dice: Nutrido Bello en las civilizaciones clásicas, no pudo ignorar los sistemas filosóficos que separaban, lo mismo que hoy, a los pensa- dores en naturalistas y espiritualistas. Admiraba, pues, las bellezas literarias, pero dejaba a un lado sus teorías, ya fuesen la pluralidad de Heráclito o la unidad de Parménides; la tierra de Phereceydes; el aire de Anaxímenes o el infinito de Anaximandros, porque en nin- guna parte de la naturaleza encontraba él el principio de las cosas. 60 60 Gallo ( 1971 , p. 125 ).

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