Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
424 El “poeta” es nombrado y no supuesto, porque es una de las voces que habita a Bello, pero no la única. Está también aquella juiciosa, aquella que se eleva, toma distancia de todo, observa al país desde sus mayores alturas, se hace de aquel una idea general, y no concibe este incendio. Pero el espíritu dramatúrgico de Bello no puede si- lenciar a ambas voces. Debe sacarlas a flote, hacerlas visibles y audi- bles, gusten o no. ¿Con cuál de ellas realmente asume un compromi- so vital, por cuál de ellas se define? No tiene sentido desentrañarlo. El espíritu dramatúrgico no se deja subsumir en una única voz. La permanente lucha de Bello es contra las definiciones exageradas, unilaterales de la existencia. Su bisnieto Edwards Bello decía que era la unilateralidad la mayor enemiga de lo universal. Bello es un poeta, un jurista, un filósofo, un gramático que siempre luchó contra la unilateralidad. Por eso es tan incomprensible y tan poco atractivo para quienes sólo saben de definiciones a ras de suelo, para quienes no comprenden las definiciones que se dan en lo alto, más allá de la primera división de las aguas. elegir la distancia Pero no nos podemos olvidar que son precisamente esas tensiones por fuera de la poesía las que van apagando poco a poco al poeta Be- llo. Trata de invocar a la musa. Necesita escribir para una mujer. No puede. Confiesa: Quise más de una vez, en mala hora, escribir una página, Isidora, que detener tu vista mereciera. Desoyóme mi Musa. Toda entera me pasé, te lo juro, esta mañana, hilando coplas con tenaz porfía. -Musa, son para el álbum, le decía, de una joven beldad.- ¡Plegaria vana! No me salió una sola ni mediana. -Para este bello altar que se atavía
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