Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

423 quiero hacer una inmensa fundición. Quiero llamas que cundan pavorosas, descomunales llamas, llamas grandes, que derritan la nieve de los Andes y la de tanto helado corazón. ¿Abrasar? ¡Linda flama! ¿Es tiempo ahora de contentarse con mezquinas brasas que den pálida luz, chispas escasas, como para el abrigo de un desván? 40 Las brasas de los desvanes burgueses se le antojan al viejo poeta pura mediocridad. Las brasas ya no bastan, quiere encender con los vol- canes de los ojos del cóndor al país entero, llenarlo de la luz de las inmensas hogueras (¿como si fuesen barricadas?). Quiere “hacer una inmensa fundición”, fuego descomunal, pavoroso, que derrita hasta las nieves de la cordillera de los Andes. Estas son todas imágenes excesivas, desmesuradas, violentas, muy propias de la poesía romántica. Llega a ser casi chocante que el tan ponderado Bello haya imaginado —en ese entonces no tan largo— Chile derritiéndose, abrasándose. ¿Quería secretamente una revolu- ción? ¿Por qué su parte poética —en la voz de un “poeta”— se expresa de esta manera tan extrema? Llama la atención el hecho de que este manifiesto pirómano no haya salido directamente de Bello, en el sen- tido de identificarse él mismo con el hablante, sino que intermediar- lo por un “poeta” que es el que realmente habla, un exagerado, un Bartolomé Mitre. A las estridencias del “poeta” opone Bello las pala- bras sensatas del cóndor, que pregunta aterrado: “¿Incendiarlo? ¿Es- tás loco?”. El espíritu dramatúrgico que opera aquí, a mi juicio, es un reflejo de los dramaturgos clásicos. Hay demasiadas voces contrarias dentro suyo, hasta la del propio Mitre. No podría el dramaturgo iden- tificarse con una única voz, hacerse a sí mismo el poeta y ni siquiera mencionar al “poeta”. 41 40 “El cóndor y el poeta, diálogo”, vv. 65 - 76 , ibid ., pp. 306 - 7 . 41 Hay por lo menos una decena de poemas de Bello que siguen esta estructura de diálogo propia del teatro, como por ejemplo “Venezuela consolada” y “Florelo”.