Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

420 ¡Felice yo si en este albergue muero; y al exhalar mi aliento fugitivo, sello en tus labios el adiós postrero! 31 Se trata de un soneto vacío. Para un hombre que ha gastado sus días en el estudio de casi todos los conocimientos vigentes, esta poesía suena como la alocución de Fausto a Margarita, pero no tiene nada del trasfondo luciferino que posee la portentosa tragedia de Goethe. Son estos poemas aquellos que reflejan la tensión entre verdad, poesía y realidad que se remonta incluso a Platón. varias voces Eso sí, Bello recupera fuerzas poéticas en su vejez. “El incendio de la Compañía”, “canto elegiaco” publicado en julio de 1841 , alcanza po- tencia poética genuina. Lo publicó anónimamente, en una edición del famoso tipógrafo Manuel de Rivadeneira, cuando ya se encumbraba en el poder en Chile. El poema de Bello, dijeron los Amunátegui, “lla- mó la atención en el pequeño mundo literario de Chile tanto como el incendio del templo de los jesuítas la habia llamado en la sociedad entera”; y “puede decirse” que para los jóvenes literatos fue “la señal para que ensayasen sus fuerzas en las obras amenas del espíritu”. 32 Por lo tanto, lo considerarán el llamado de Bello a lograr una expre- sión poética local. La luz es el centro del poema. Ese bien casi celestial, que había sido mencionado por él a pito de claridad, de belleza y de forma, adquiere en estos versos otra tonalidad. Es una luz maligna, asesina: ¿Qué esplendor, qué luz es ésta que sobre ti se derrama? No es luz de nocturna fiesta; 31 “Mis deseos”, en Bello (Vol. I, p. 7 ). 32 Gregorio Víctor y Miguel Luis Amunátegui ( 1861 , pp. 202 - 6 ).

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