Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

419 un poeta sentimental. Ni quizá esto. Bello se ha precavido demasiado de los “embelesos” —como él mismo dice— de la poesía. Su renuncia a la poesía tal vez sugiere un proceso de honestidad intelectual. Ya no puede ser un poeta, porque al serlo se hace también un mentiroso. Es decir, solamente puede haber una complicidad entre poesía e historia, una complicidad genuina, allá muy atrás, en la epopeya, pero no en su época. En la época de Bello, la historia y la poesía están claramente di- ferenciadas como géneros. Intentar una virgiliada, en ese contexto, es, conforme a Bello y solo a Bello, tal vez una deshonestidad, por mucho que lo haya intentado y con algún éxito. Así, el retorno de la poesía “a sus roles originales” propuestos por Bello, no es cosa fácil. En su mo- mento, Walter Benjamin escribió que el arte de narrar se aproxima a su fin, “porque el aspecto épico de la verdad, es decir, la sabiduría, se está extinguiendo”. 30 A pesar de que, en un célebre enfrentamiento con Jacinto Chacón, Bello se definió a favor de una historia narrativa, una que esperara hacerse de la mayor cantidad de antecedentes para pasar a comprenderse de forma filosófica, precisamente las emprende en con- tra de una filosofía de la historia en sentido fuerte. De ahí el Bello de poemas ocasionales, en los que no se define ya como poeta, de preten- siones menos ampulosas. Por ejemplo, su soneto Rubia : ¿Sabes, rubia, qué gracia solicito cuando de ofrendas cubro los altares? No ricos muebles, no soberbios lares, ni una mesa que adule al apetito. De Aragua a las orillas un distrito que me tribute fáciles manjares, do vecino a mis rústicos hogares entre peñascos corra un arroyito. Para acogerme en el calor estivo, que tenga una arboleda también quiero, do crezca junto al sauce el coco altivo. 30 Benjamin ( 2003 , p. 456 ).

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=