Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
386 desgarrado. Y, por lo tanto, por mucho que admiremos a los antiguos poetas cuyo corazón vivía en un mundo entero, es falso, deleznable, escribir como ellos cuando ya el mundo yace destrozado. Sin decirlo a las claras, la posición del joven poeta Bello parece semejante. Al principio, su corazón se sitúa a sí mismo en el centro del Impe- rio Español (su posterior Cosmografía se siente primero en el centro del universo, después ya no). Sus obras que enaltecen al rey y sus beneficios parecen bien inspiradas, honestas. Pero al caer el Imperio Español en América y participar de las políticas emancipadoras, Bello deja paulatinamente de ser poeta. Su manera de reconstruir el mundo es una manera gramática, y porque es gramática, es jurídica. El imperio —a pesar de su espíritu de control— no es el volun- tarismo americano. Andrés Bello condena, combate en todo frente, cualquier voluntarismo. Él busca e identifica leyes naturales, recono- ce leyes divinas, percibe leyes históricas, deslinda leyes del tamaño de la humanidad y leyes propiamente americanas. Fue un delineador de diversas legalidades del acontecer y un codificador de toda normati- vidad americana. Como escribe Germán Carrera Damas: “Al procurar su autonomía política y, más aún, al esforzarse por consolidarla, el criollo tuvo que producir respuestas propias a problemas hasta enton- ces no codificados”. 396 Esas legalidades quedaron algo así como dero- gadas por el auge de otras nuevas, especialmente las del darwinismo y el estructuralismo, que no aspiraron a constituir una legalidad propia- mente regional —americana en el caso de Bello—, sino que tuvieron por horizonte la humanidad completa y su pasado más remoto. 397 La legalidad propuesta por Bello compone eso que he llamado im- perio. Esa legalidad debía ser delineada para que la voluntad pudiese actuar con conocimiento de causa, consciente de sus impedimentos, de sus capacidades, del sentido de los vientos históricos. Bello pone a 396 Carrera ( 1993 , p. 76 ). 397 La polémica con Jacinto Chacón acerca del modo de escribir y estudiar la historia, dio oportunidad a Bello de pronunciarse sobre una serie de modos de adquirir los progresos europeos tanto en la tecnología como en las ciencias del espíritu. Bello entendía que había que contemplar y estudiar a fondo ese progreso, pero buscaba por un lado recrearlo y por el otro filtrarlo por una aduana que tenía algo de espiritual y algo de cosa muy concreta.
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