Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
381 dicotomía de Sarmiento tan difundida—, es un “vendeprogreso” en todas sus apariciones, y muy tempranamente: Tres siglos de existencia en que se han visto elevarse muchas ciu- dades de la América a el rango de las más principales de la Euro- pa, justificarán siempre la política, la prudencia y la sabiduría del gobierno, que ha sabido conservar su influjo sin perjudicar á los progresos de unos países tan distantes del centro de su autoridad. 385 El habitar este tipo de ciudad, el ser agente de esa modalidad de un imperio civilizador, legal, gramático, hace de Bello un divulgador de la ciudad. Y habría que agregar que, como europeo, como londinen- se a regañadientes, Bello es, además, un vaso comunicante entre el centro de la civilización occidental y la ciudad colonial de Santiago de Chile. Así, Bello (que tiene de Ifigenia goetheana), educa dos tipos de barbarie, la barbarie de los analfabetos —desde una lejanía fun- cionaria, legislativa, programática— y la de la elite chilena, la de la aristocracia de la ciudad colonial, y que, siendo una barbarie soberbia, arisca, engalanada, en suma, presuntuosa —como se dijo en la Cáma- ra acerca de los mayorazgos—, que no sabía hablar castellano (y que menospreciaba el buen hablar), se oponía de acuerdo con Dios a la humanidad. A esa elite había que educarla, conducirla sin ofenderla. En este papel, Bello actuó con menos sinceridad. Como se mencionó, hizo creer a todos los “figurones” —según Edwards Bello— que ha- bían sido ellos los redactores del Código Civil , cuando en realidad, ese cuerpo fue un silabario legal cuyas páginas sometía a la aprobación de aquellos mismos que las aprendían. Pero además, Bello tenía ese ideal provinciano de querer ver bien puesto el nombre de la provincia en la capital. Él se entrenó para eso. Desde joven vemos en Bello ese in- terés de que la tierra natal sea conocida de Europa, que la civilización sepa a Venezuela: Europa supo por primera vez que en Venezuela había algo más que cacao, cuando vio llegar cargados los bajeles de la compañía, de 385 Grases ( 1946 , p. 152 ).
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