Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
380 además que la función de Köln, dada por Tiberio —distanciándose de las incursiones bélicas de Julio César— fue precisamente la de obnu- bilar a los bárbaros, atraerlos hacia las gracias del Imperio Romano. Con Köln, como se sabe, cambió la estrategia imperial. 384 Y claro, la ciudad colonial es una ciudad imperial, pero una ciudad imperial no del centro del imperio (no una Babilonia o una Roma), que son ciu- dades un tanto salvajes, despiadadas, inmensas, que simbolizan todo un desdén inconsciente y un apetito dominador. La ciudad colonial, la colonial Köln, ha sido deliberadamente pensada para la divulgación del imperio, ya no necesariamente por las armas. En tal sentido, An- drés Bello, como agente de la civilización contra la barbarie —según la 384 Y es esta estrategia también muy recurrente para quienes en la América emanci- pada buscan incluir a los indios en el nuevo orden que se trata de implantar. Sin ir más lejos, Bello —el ghostwriter de los mensajes presidenciales— se preocupa precisamente del “régimen de fronteras”, buscando “promover la organización de los pueblos de indígenas, que viven ya bajo el amparo de nuestras leyes y […] ex- tender los beneficios de la civilización a las tribus comarcanas, atrayéndolas a ellas por medios pacíficos y por la observación de reglas justas que les infundan hábitos regulares y los protejan contra las extorsiones y fraudes”. “Discurso del Presidente de la República en la apertura de las Cámaras Legislativas de 1850 ”, en Bello (Vol. XIX, p. 221 ). Solitaria por su ausencia de minerales preciosos, Venezuela, dice Bello, fue abandonada de la atención imperial, la cual recaía sobre México y Perú, y cayó bajo el influjo de “criminales”, el de Holanda. Ver Cotejo I, en Grases ( 1946 , pp. 152 - 3 ). “El país no tenía de dónde vestirse y proveer a las atenciones de su agricultura”, ibid. , p. 155 . Pero pronto el Imperio Español recobró a Venezuela: “La compañía Guipuzcoana a la que tal vez podrían atribuirse los progresos y los obs- táculos que han alternado en la regeneración política de Venezuela, fue el acto más memorable del reinado de Felipe V en la América. Sean cuales fuesen los abusos que sancionaron la opinión del país centra este establecimiento, no podrá negarse nunca que fue el que dio un gran impulso a la máquina que planteó la conquista, y organizó el celo evangélico. Los conquistadores y los conquistados reunidos por una lengua y una religión…”, ibidem . El florecimiento comercial, imperial y agríco- la eran tres aspectos propios de la civilización: “Apenas se conoció bien el cultivo, y la elaboración del añil, se vieron llegar los deliciosos valles de Aragua a un grado de riqueza y población de que apenas habrá ejemplo entre los pueblos más activos e industriosos. Desde la Victoria hasta Valencia no se descubría otra perspecti- va que la de la felicidad y la abundancia, y el viajero fatigado de la aspereza de las montañas que separan a este risueño país de la capital, se veía encantado con los placeres de la vida campestre y acogido en todas partes con las más generosa hospitalidad. Nada hallaba en los valles de Aragua que no le inclinase a hacer más lenta su marcha por ellos: por todas partes veía alternar la elaboración del añil, con la del azúcar; y a cada paso encontraba un propietario americano o un arren- datario vizcayno, que se disputaban el honor de ofrecerle todas las comodidades que proporciona la economía rural. A impulsos de tan favorables circunstancias se vieron salir de la nada todas las poblaciones que adornan hoy esta privilegiada mansión de la agricultura de Venezuela”, ibid. , pp. 158 - 9 . En la historia de Vene- zuela que Bello escribió a los 27 años hay una idea que recorre todo el texto: el que la “regeneración” de Venezuela dice relación con la agricultura y con la presencia del imperio. La presencia del imperio es política, pero también comercial. Cuando se desvanecía la presencia imperial, la región decaía.
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