Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

377 antes de babel Felipe II asó —más bien: calcinó— a miles de seres humanos en sus autos de fe. Se cuenta que el calor que se desprendía de las hogueras era tan intenso que las damas asistentes debían aligerarse de ropas. Casi un solárium a base de carne humana. La llamada “leyenda ne- gra española” no es pura leyenda. Fue, en buena parte, la “historia fidedigna” —para ocupar una expresión jurídica— de la cabeza de un imperio transatlántico. Es verdad que otros países, como Alemania y Francia, se desangraron en guerras civiles religiosas, pero España no pareció renegar de su propia crueldad. 378 España vivió con Felipe II —como dice Bello a propósito del secretario del rey, Antonio Pérez— “aquella época ominosa que vio descender rápidamente el poder de la monarquía, y oyó el último suspiro de las libertades españolas” 379 y fue agotándose, poco a poco, hasta desplomarse con Carlos el Hechi- zado (a quien ponían la momia santa junto al lecho a fin de que diera un heredero a los Austria), para volver a elevarse levemente con los Borbones y Carlos III, en particular. Como he dicho, Bello perteneció a la época de ese interregno ilustrado que fue, también, la de esos 378 Para los detalles sobre estado absoluto y defensa de la fe católica en el llamado auto de fe, ver Maqueda Abreu ( 1992 ). 379 Artículo publicado en El Araucano, número 936 , del 14 de julio de 1848 , con el título de “Antonio Pérez, secretario de Estado de Felipe II”. En Bello (Vol. XXIII, p. 295 ).

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