Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

371 de que sólo nos separa la mar, una vez que en ésta no hay montes que embaracen la vista: desde las playas de Chile, auxiliados por un tele- scopio, podríamos ver las islas de la Oceanía, el Japón y la China”. 367 Su propósito es desde un principio hacer conscientes de la realidad limitada de la observación. Esta realidad limitada a la vez es prueba de la forma esférica del planeta: Decimos entonces que el mar hace horizonte, esto es, limita la vis- ta: horizonte se deriva de una palabra griega que significa limitar. Un vasto llano terrestre, como el de las pampas de Buenos Aires, hace también horizonte. [...] Cada punto de la tierra tiene pues su horizonte. Pasamos, insensiblemente, y caminando hacia la cir- cunferencia (del horizonte) nos hallamos siempre en el centro: fenómenos que solo puede tener lugar en la superficie de un gran cuerpo redondo. 368 La superficie del cuerpo esférico tiene medida, pero no tiene lími- tes en la forma de un perímetro euclidiano. Cada observador es por ese solo hecho el centro (hablando en términos relativos). Su condi- ción de centro constituye además su horizonte, y lo informa respecto del gran objeto sobre el cual observa. Estas son las relaciones indivi- duos-planeta-universo que gobiernan la imaginación occidental du- rante varios siglos. Después de explicar qué es el “horizonte sensible” y la “depresión del horizonte”, dice Bello: “El horizonte sensible abrazará una porción tanto mayor de la su- perficie terrestre, cuanto más nos elevemos sobre ella; y sin em- bargo, el espacio que abrace nos parecerá menor y menor, porque se medirá por un ángulo cuyo ápice está en el ojo espectador”. 369 En efecto, es precisamente ese el fenómeno que sabemos hoy se pro- duce cuando nos elevamos en un avión o se enfoca la Tierra desde la 367 Ibid. , p. 7 . 368 Ibid. , p. 8 . 369 Ibid. , p. 9 .

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