Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
364 momentos, por así decirlo, un campo virgen para la legislación”. 355 No contento con esto, Bentham despachaba la siguiente promesa: Si me permitiérais aconsejaros, la dejación que penáis hacer sólo podríais permitírosla una vez que a todas vuestras glorias agre- gáreis la de ser para Chile aquello y mucho más que aquello que Washington fue para los Estados Unidos. “Volentes per populus dat jura”, fueron las loas tan falsamente conferidas por lo romanos al tirano que pagó por ellas. Sí, más de lo que fue Washington. Porque a sus glorias, grandes como fueron, no pudo agregar aquel título superior de legislador. Legislador, que de acuerdo a las más altas luces de su época, cubrie- ra con su labor todo el vasto campo del derecho. 356 La carta de Bentham llega a dar pudor. Sus ofrecimientos son señal de una idea de Chile: la civilización no estaba ahí ni lo había estado nunca. Bentham los cree suelo virgen. Su descriterio es tal que quiere llevar su Pannomion —código universal — a todos los lugares, y lo va ofreciendo a los presidentes y monarcas de todo el mundo, desde Madison al zar Alejandro. 357 La codificación de Bello interrumpe este estilo benthamiano de ci- vilizar las ruinas imperiales. Desde las propias ruinas, esta verdadera “orientalización de América”, es que realiza su propuesta, y triunfa, al menos en el ítem de la legislación chilena. Ese triunfo es, sin duda, más relativo en lo que aquí he llamado la homologación de los códigos civiles. Bello cumplía así con su tarea de ligar la civilización a la uni- dad imperial, desde aquí, no desde allá. 355 Guzmán Brito ( 1982 , p. 19 ). 356 Ibidem . 357 Cabrillac ( 2009 , pp. 244 y ss) anota que el de Bentham es un caso de “código universal”, pero más parece un caso universal en sí.
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