Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

356 Una vez en Chile, inicia la titánica tarea de restituir el elemento aglutinador del imperio, que él ve en la lengua, y de hacerlo compa- tible con la civilización que, con reservas, admira. Esta restitución buscaba precaver —como ya se ha dicho— la analogía latina, es decir, evitar la babelización, y sus funestas consecuencias. Hay que recordar que ninguna otra lengua ocupaba (ni ocupa) un espacio geográfico tan extenso como el español. 332 Como nos recuerda ese otro bellista Norberto Pinilla, “civilización” era “la palabra en boga entre los escritores de aquel tiempo”. 333 Había a su alrededor jóvenes que no imaginaban ninguna acepción de la pala- bra “imperio” que lo hiciera deseable. Todo en “imperio” recordaba a España, y, con ella, a dogmatismo, oscurantismo, funcionarios engreí- dos… Es la vieja “leyenda negra” que se fue robusteciendo poco a poco. Y las relaciones con España eran —por cierto— más que “ideoló- gicamente” complicadas. En 1838 se abre el puerto de Valparaíso al comercio con España, pero tiempo después esa misma España bom- bardea al puerto desde el mar. En este contexto, personajes como Sarmiento todo lo que buscaban era la vecindad de la civilización. Acuñaron, en ese sentido, la doble dicotomía bien-mal/ civilización-barbarie e hicieron de ella casi un emblema. La posición de Sarmiento frente a los códigos lucía toda su diatriba civilizadora antirromanista. Se preguntaba qué hacía falta y se lamentaba: “Hemos cambiado de patriotismo, pero no de familia, de industria, de religión, de comercio ni de geografía”; y vaticinaba: “La interpretación será siempre nuestro genio del mal, mientras una 332 A pesar de que el español fuera la unidad lingüística más extensa del mundo, su siglo de oro literario se encontraba bajo crítica permanente. Así lo enten- dió Bello y salió en defensa de la literatura propia del imperio. Así, contra las recriminaciones de Sismondi, ya por 1823 , escribe en el segundo volumen de La Biblioteca Americana una “Noticia de la obra de Sismondi sobre La literatura del mediodía de Europa ”: “Creemos también que M. de Sismondi ha juzgado con demasiada severidad a Ercilla, Lope de Vega, Calderón y otros de los clásicos castellanos. Pero cuando vemos que acusa de oscuro en los pensamientos y las expresiones el bello soneto de Lupercio de Argensola que empieza: ‘Imagen espantosa de la muerte’ no nos admiramos de encontrarle tan poco sensible a las bellezas de los poetas castellanos, pues aquel soneto no puede ser oscuro a ninguno que tenga un mediano conocimiento de la lengua en que está escrito”. En Bello (Vol. VII, p. 462 ). 333 Pinilla ( 1948 , p. 42 ).

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