Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
352 significativos que Bello. Por ejemplo, esta cita arrancada al escritor Manuel Cañete: Mui joven era yo todavía cuando leí en Granada por primera vez la silva del insigne poeta venezolano Andres Bello, titulada la Agricul- tura de la zona tórrida. Tenia yo aprendido entonces que los injenios hispano-americanos (comprendiendo en este numero los de las re- públicas que fueron colonias españolas) estaban en lamentable atra- so respecto de los nacidos en la península. Pero cuando vi en la obra admirable de Bello tanta grandeza i enerjía, tanta variedad i tersura, pensamientos filosóficos tan elevados, versificación tan esmerada i rotunda, i tanta riqueza de espresion sabiamente pintoresca, nacie- ron en mi alma dos deseos que no he podido realizar todavía, a pesar de los años que han pasado: uno, visitar el país que enjendra tales injenios: otro, conocer profundamente las obras de todos los poetas nacidos al amor de aquella espléndida naturaleza. 322 Bello se consideraba a sí mismo, a la vez que un sabio criollo, un agen- te de la “civilización”. ¿Qué podía significar tal cosa? La gran angustia histórica de Andrés Bello estaba en el divorcio entre imperio y civiliza- ción , distinto del problema conocido como civilización y barbarie , más propio de Sarmiento. Como ya he dicho, el imperio era aquella inmensa organización que supuestamente expandía, junto con su dominio, la civilización. 323 322 Citado en Gregorio Víctor y Miguel Luis Amunátegui ( 1861 , pp. 189 - 90 ). 323 Bello, por ejemplo, comenta la excursión de Domeyko por la Araucanía. En ella, el polaco encuentra una piedra con una inscripción o letrero “borrado ya en par- te por el tiempo y los pies de los caballos”. Bello escribe que, debe leerse así: “A honra y gloria de Dios nuestro Señor, reinando la Majestad de don Carlos, de las Españas y de las Indias, y gobernando don Juan Enríquez, Caballero del Orden de Santiago, reedificó esta plaza y su muralla, en los años de 1678 ”. “Araucanía y sus habitantes por Ignacio Domeyko. Santiago, 1845 ”, en Bello (Vol. XVIII, p. 765 ). En efecto, Domeyko había encontrado un vestigio de las ruinas de una incursión en el territorio después del desastre de Curalaba. Estos vestigios hablan, a su vez, de una “reedificación” porque había existido antes una edificación de los signos propios de la civilidad heredada de Roma: plaza, muralla, caminos, pero muy es- pecialmente: inscripción, escritura. Por ahí había pasado el extremo más occi- dental del imperio. Domeyko encuentra además señales de la heráldica: al león de Castilla, botado en un oscuro patio, ibid. , p. 765 . Estas son las ruinas del último intento de expandir la supuesta civilización, que es también el Imperio Español en territorio hostil.
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