Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

334 características locales porque “la humanidad no se repite” 292 y según una leyenda que ya he mencionado, se inmiscuyó en la redacción de la Constitución de 1833 , que era una carta conservadora, en el contexto de una tradición constitucional mundialmente no conservadora, y es- cribió el Código Civil chileno sin ninguna oposición del tipo que tuvo que enfrentar Thibaut, o al menos no tuvo en contra la elaboración de Von Savigny y su pandilla. Como lector inteligente, la lectura de Von Savigny no llevó a Bello a oponerse a la codificación por considerarla 292 En “El gobierno y la sociedad”, Bello escribe: “Cada pueblo tiene su fisonomía, sus aptitudes, su modo de andar; cada pueblo está destinado a pasar con más o menos celeridad por ciertas fases sociales; y por grande y benéfica que sea la influencia de unos pueblos en otros, jamás será posible que ninguno de ellos borre su tipo peculiar, y adopte un tipo extranjero; y decimos más, ni sería conveniente, aun- que fuese posible. La humanidad, como ha dicho uno de los hombres que mejor han conocido el espíritu democrático, la humanidad no se repite. La libertad en las sociedades modernas desarrolla la industria, es cierto; pero este desarrollo, para ser tan acelerado en un pueblo como en otro, debe encontrarse en circuns- tancias igualmente favorables. La libertad es una sola de las fuerzas sociales; y suponiendo igual esta fuerza en dos naciones dadas, no por eso producirá iguales efectos en su combinación con otras fuerzas, que, paralelas o antagonistas, deben necesariamente concurrir con ella. El autor que acabamos de citar [Chevalier] nos ofrece un ejemplo muy notable de la variedad con que obra el espíritu de las instituciones democráticas en los mismos Estados Unidos: ‘El yanqui y el virginio, dice este célebre escritor, son dos entes muy diversos; no se aman mucho; y frecuentemente discuerdan… el virginio de raza pura es franco, expansivo, cordial, cortés en los modales, noble en los sentimientos, grande en las ideas, digno descendiente del gentleman inglés. Rodeado, desde la infancia de esclavos que le excusan todo trabajo manual, es poco activo y hasta perezoso. Es pródigo; y en los nuevos estados, aún más que en la empobrecida Virginia, reina la profusión… Practicar la hospitalidad es para él un deber, un placer, una dicha… Ama las instituciones de su país; y con todo eso muestra con satisfacción al extranjero la vajilla de familia, cuyos blasones, medio borrados por el tiempo, atestiguan que desciende de los primeros colonos, y que sus antepasados eran de casa distinguidas de Inglaterra. Cuando su espíritu ha sido cultivado por el estudio, cuando un viaje a Europa ha dado flexibilidad a sus formas y pulido su imaginación, no hay lugar en que no sea digno y capaz de fi- gurar, no hay destino a cuya altura no pueda elevarse; es una felicidad tenerle por compañero; se desearía tenerle por amigo. Sabe más de mandar a los hombres, que de domar la naturaleza o cultivar el suelo… El yanqui, al contrario, es reser- vado, concentrado, desconfiado; su índole es pensativa y sombría, pero uniforme; su actitud carece de gracia, pero es modesta, y no es baja: sus ideas son mezqui- nas, pero prácticas; tiene el sentimiento de lo conveniente, no de lo grandioso. No tiene la menor chispa de espíritu caballeresco, y sin embargo, gusta de las aventuras y de la vida errante. El yanqui es la hormiga trabajadora; es industrioso; sobrio, económico… astuto, sutil, cauteloso; calcula continuamente, y hace alarde de los tricks con que sorprende al comprador candoroso o confiado, porque ve en ellos una prueba de la superioridad de su espíritu… Su casa es un santuario que no se abre a los profanos… No es orador brillante, pero es un lógico rigoroso. Para ser hombre de estado, le falta aquella amplitud de espíritu y de corazón que nos hace concebir y amar la naturaleza ajena… Es el individualismo encarnado...", en Bello (Vol. XVIII, pp. 182 - 5 ).

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