Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

316 El 3 de mayo de 1823 , cuando se conoce que el Congreso de Verona, a instancias de Chateaubriand, ha decidido intervenir en España para reponer a Fernando VII, Bello escribe a Chile: “Si la Francia triunfa en la presente contienda contra el partido constitucional de España (como por desgracia todo induce a pensar), la doctrina de la Santa Alianza tendrá una influencia irresistible en el continente europeo, y retardará años el reconocimiento de la independencia de los nuevos Estados”. 262 Bello ponía su confianza en Gran Bretaña. Recordemos que esta se había restado de la declaración firmada por Prusia, Rusia, Austria (y poco después Francia), que rezaba estar “de acuerdo con las subli- mes verdades que la religión de Cristo, nuestro Salvador, enseña”, 263 y Bello había hecho saber que, más allá de sus grupos radicales, los ingleses eran contrarios a la Santa Alianza: “El tono de reprobación con que los ministros británicos han hablado de los principios de la Santa Alianza en el Parlamento, hace esperar que nos darán en ade- lante mejor acogida”. 264 Bello no contaba con que, tras la Revolución francesa de julio de 1830 , 265 acaecida cuando él ya estaba en Chile, y el advenimiento de 262 Citado por Murillo ( 1987 , p. 247 ). 263 Citado por Rudé ( 1991 , pp. 26 - 7 ). Como explica H. G. Schenk, secundado por el mismo George Rudé, el proyecto de Santa Alianza vino a chocar incluso con el catolicismo romano, debido a una segunda tendencia importante que había en él, una tendencia radical “nutrida alternativamente en el misticismo de Novalis, [el teólogo y místico-esotérico alemán Franz Xaver von] Baader, [el teólogo or- todoxo Akim] Novikov y [… Madame de] Krúdener”, con lo que queda clara la calidad “radical del proyecto” (Schenk) y la “fórmula represiva” (Nicolson) del mismo. Kissinger, por su parte, explica que fue Metternich —de quien segura- mente Kissinger se consideraba un alter ego— quien reformuló ciertos aspectos del proyecto inicial de Santa Alianza, volviéndolo histórico y no revolucionario. Hubo, en cambio, una serie de historiadores de opinión más severa: “[la Santa Alianza] no tuvo nada en común con los altos principios cristianos” (J. Taylor), ibid. , pp. 41 - 2 . 264 Con razón, Grínor Rojo ( 2011 , p. 75 ) anota: “Consideraciones básicas en el pen- samiento bolivariano, son la amenaza contemporánea de la Santa Alianza y la comprobación de que hacia el norte, en el mismo espacio geográfico de la Amé- rica, el sector anglosajón está destinado a crecer y a expandirse peligrosamente y, sobre todo, con un altísimo grado de homogeneidad”. Habría que agregar que la idea de una Santa Alianza amenazante no es exclusiva de Bolívar. De este mis- mo espíritu participará incluso Gran Bretaña, como muestra Harold Nicolson, con Canning a la cabeza. 265 En “Revolución de julio de 1830 , en París”, publicado en El Araucano, número 11 , de, noviembre de 1830 , Bello escribe: “El carácter más notable de esta revolución [...] es el pronunciamiento simultáneo de la opinión del pueblo en un mismo sentido

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