Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
298 1 . Dice Barry Velleman acerca del artículo escrito por García del Río 215 y Bello en Londres, titulado “Ortografía castellana”: “Primero, la mo- dernización de la ortografía es una expresión de una necesidad pos- colonial de educación. El segundo, más radical y consistente con un concepto cultural nacionalista romántico, representa un esfuerzo por establecer una identidad nacional poscolonial rompiendo con los mo- delos imperiales anteriores”. 216 He aquí un punto importante para nuestros efectos. No resulta muy apropiado hablar de una “identidad nacional” en el caso de la planificación lingüística (o disciplinamiento) de Bello. Si esa “identi- dad nacional” es la de la “gran patria” americana, esta afirmación de Velleman es compatible con la concepción idiosincrática del imperio que he sostenido aquí, pero si esa “identidad nacional” corresponde y Goethe) habría que sumar la persona de Richelieu, quien sí era un apasionado del orden hasta la médula, aunque no un poeta, ni siquiera uno mediocre, hasta donde se sabe. El caso Richelieu es también importante desde el punto de vista de otra planificación: la de una personalidad humana sometida a la ley, estandariza- da contra el frondismo francés, asunto al cual me referiré más adelante. Pero, lo cierto, es que el ejemplo del proselitismo lingüístico feminista —al cual también se refiere Cooper— es tan aplicable a Bello como el caso de la Academia Francesa, tratándose de tal planificación. 215 Juan García del Río ( 1794 - 1856 ) es un caso notabilísimo en que el que confluyó el literato, el hombre de armas y el gobernante, tan propio de los nacionalismos liberales del siglo XIX. Como literato, García del Río ayudó a Bello en la confec- ción y redacción de La Biblioteca Americana y El Repertorio Americano , varios de cuyos números cito en este libro. Estudioso de Juan García del Río, Guiller- mo Guitarte ( 1980 ) explica que, habiendo estudiado en España, García del Río participó de su defensa ante las invasiones napoleónicas; pasó a América para colaborar con los realistas. Su padre, que participaba de ese bando, murió en el intento de restauración y, a pesar de que los bienes de aquel fueron confisca- dos, su hijo se hizo parte de la causa independentista. García del Río ocupó una serie de cargos diplomáticos en los momentos de la gran operación geopolítica contra la monarquía española en América y, en su primer paso por Chile, fundó dos periódicos, El Sol de Chile y El Telégrafo . Se movió entre Londres, la Gran Colombia (de donde salió por la puerta trasera) y Perú, en donde fundó la revis- ta Biblioteca Columbiana , adelanto de lo que será La Biblioteca Americana , según Guitarte, ibid. , p. 64 . Fue ministro de hacienda de los gobiernos del general Flores, en Ecuador, y de Santa Cruz, durante la Confederación Perú-Boliviana. Las guerras y revoluciones lo revolcaron y pasó unos años a Chile. Fue a trabajar minerales “ilusorios” en México, donde murió, mal. Ver Guitarte ( 1980 , Vol. II, pp. 62 - 5 ). Juan García del Río fue así un hispanoamericano a tiempo completo —un “panamericano” dice Guitarte— que sufrió bajo “una mala estrella”, ibid. , p. 62 . Sobre Bello, Blanco White vio también aquella “mala estrella”, pero Bello se fue tan lejos que pareció liberarse de ella. 216 Velleman ( 2014 , pp. 185 - 6 ).
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