Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

284 He dicho que Bello proponía la analogía latina para el caso de la posible evolución de la lengua castellana, que así era llamada por él. Ciertamente, estableciendo una analogía histórica, hacía de futuró- logo, un tanto alarmista, como un antiprofeta en su tierra, que pre- dice a fin de que no se cumpla . Pero su idea del futuro estaba abierta, creía que podía evitarse la analogía, pues no veía en la analogía his- tórica una tragedia histórica. Esta fórmula es primordial, quizás una de las más iluminadoras en la mente de Bello, y nos muestra la fine- za de sus reflexiones. Establecida la analogía con la historia romana, Bello detectaba una similitud política: ambos imperios habían caído. Ante ello, desprendía una posible analogía lingüística: la lengua del Imperio Romano había devenido en las lenguas neolatinas. Este pro- ceso había comenzado en diferentes momentos de la historia del Imperio Romano. 188 Pues bien, dado que había evidentes similitudes políticas, ¿cabía esperar lo mismo para la unidad lingüística, o “la unidad de la lengua”, que era como Bello la llamaba? Esta segunda parte decía relación con la imaginación del futuro y, en ese ejercicio, declaraba que podía evitarse esa consecuencia, podía interrumpirse la analogía. 189 Bello, entonces, se veía a sí mismo como un agente de la unidad de la lengua, una fuerza humana individual que, con su obra, podría hacer ese quiebre. Esto puede considerarse un pensamiento revolu- cionario, que interrumpe los ciclos históricos, las “rimas” indeseables 188 Se había idealizado la homogeneidad lingüística del Imperio Romano. Las distintas inscripciones halladas en los lugares sobre los que se expandió el imperio hasta su mayor extensión en tiempo de Trajano, indican que al menos se hablaba: licio, cario, isaurio, pisidio, sidético, misio, antiguo capadocio, celta, hispanocelta, celta galaico, celtíbero, galo, gálata, nórico, lenguas celtas insulares, lepóntico, lenguas germáni- cas, lenguas ingaevónicas, lenguas anglofrisias, lombardo, proto-alto alemán, len- guas germánicas orientales, vándalo, burgundiogrecoarmenio, griego ático, griego eólico, griego dórico, antiguo macedonio, antiguo armenio, iranio, arameo, lenguas iranias orientales, itálico (o sea, latín), falisco, lenguas osco-umbras, marrucino, peligno, úmbrico, marso, lenguas sabélicas, piceno, sículo, lenguas paleobalcánicas, frigio, ilirio, mesapio, tracio, peonio, venético-liburnio, lenguas afroasiáticas, egip- cio, lenguas semíticas, acadio (sirio-babilonio), fenicio, hebreo, tirsénico, lemnio, antiguo ligur, piceno septentrional, paleosardo, camúnico, y eteocretense. 189 Esta concepción “no fatalista” de la historia, en que la libertad humana de condu- cirla juega un papel principal, el mismo Bello la opone a las concepciones gober- nadas por el destino, típicas de la poesía épica y la tragedia e incluso de la llamada “historia filosófica”, donde poderosas leyes disuelven los detalles específicos de la narrativa.

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