Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

262 Este tránsito tan difícil como importante en la historia de la socie- dad humana, se ha debido siempre al imperio de las circunstancias [...]. Hay regiones entre el Orinoco, el Ucayali y el río de las Ama- zonas, donde el hombre no encuentra espacio libre más que el que ocupan las aguas”. 133 Y antes: “En las partes equinocciales de América, donde sabanas vestidas de perpetuo verdor están como suspensas sobre la región de las nubes, no había más naciones civilizadas que las que ocupaban la cordillera. Sus primeros progresos en las artes fueron tan antiguos como la forma singular de sus gobiernos, que no eran favorables a la libertad individual”. 134 De todos modos, los criollos fueron el sostén demográfico del impe- rio apócrifo más extenso del que hasta ese entonces se haya tenido noticia. Pese a las independencias, este orgullo imperial de los criollos se supo manifestar muchas veces y fue transversal a todos los sectores políticos. La palabra “criollo” vino así a significar un asunto doble. Por una parte, estos criollos se sabían depositarios de la realidad imperial (eran ellos la continuidad americana de Europa y no los funcionarios europeos que venían de visita, estos últimos una agencia nominal); y por la otra se decidieron, después de algunos rodeos, a ser agentes de la caída de ese imperio. Por eso, mal se ha hecho en tratar al criollo como tan solo lo segundo. Ciertamente no digo con esto nada nove- doso; explayo, más bien, un motivo muy señalado. de otro tiempo sobre los cuales se puede recomenzar la comunicación. Escribe, a propósito del relato que lee de la incursión de Ignacio Domeyko en la Araucanía: “Por este mismo camino puede el culto chileno ejercer un poderoso influjo sobre todas las tribus del territorio argentino e introducir en ellas el cristianismo y la civi- lización. Por allí se abrirá algún día la comunicación más corta con Buenos Aires, y se estrecharán las relaciones entre las dos repúblicas”. “Araucanía y sus habitantes por Ignacio Domeyko. Santiago, 1845 ”, en Bello (Vol. XVIII, p. 757 ). 133 “Consideraciones sobre la primera población y las antigüedades de América”, en Bello (Vol. XXIV, p. 284 ). 134 Ibid. , p. 283 .

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