Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
261 claros; en efecto, el criollo —como sujeto histórico americano— no es un gran explorador del mundo: se opone al “peninsular” cuyo méri- to es haber nacido en esa península y precisamente haber viajado a América. El criollo, en cambio, en muchos casos viajó muy poco, en muchos otros no viajó nada e hizo mucho. 130 Las nuevas repúblicas hispanoamericanas tuvieron un respiro eco- nómico porque dejaron de pagar cargas a España y abandonaron las restricciones comerciales, pero “la disolución de la extensa unión mo- netaria y aduanera que en otro tiempo había sido el imperio america- no de España y las dificultades para encontrar sus propios huecos en el mercado de una economía mundial”, 131 las afectaron. Con todo, el imperio se había transformado en un fantasma con escaso peso geopolítico, quizás un inmenso conjunto de asteroides y no un planeta, cuya definición —entendía Bello—, es que tiene una órbita despejada por su historia de atracción. La lealtad al monarca desaparecía. Y Bello, que había sido un leal, quiere transformar ese factor de unión, de estima recíproca, en otra cosa. Casi de más está decir que para él los vínculos precolombinos no eran dignos de atención, en gran medida porque no eran suficiente- mente imperiales, no ofrecían la máxima universalidad alcanzada. Los imperios azteca e inca no habían sidomás grandes que el español, según él. Es más, Bello parece estar de acuerdo con Alexander von Humboldt en que las culturas andinas no eran amigas de la libertad, o sea, que eran imperiales por cuanto tiránicas (meras dominaciones) y no uni- versales; y que las culturas de las selvas no tienen para lo humano sino los espacios abiertos por la naturaleza misma (y no la artificial libertad humana). 132 Así, en una anotación sobre Humboldt, encontramos: 130 Recordemos la distinción que trabaja Mary Louise Pratt. El viajero y el viajado son engendros del centro y la periferia. Pratt ( 2002 ). 131 Elliott ( 2006 , p. 297 ). 132 Los caminos que traza la mano humana, en cambio, tienen la fuerza de la interven- ción sobre la naturaleza. Son la libertad sobre la misma, la marca del imperio, la fluidez de las comunicaciones que hacen concreta a la civilización. Bello estará per- manentemente inquieto por el mejoramiento y la extensión de las rutas postales. En todos los mensajes presidenciales que redactó hay al menos un párrafo referido al estado de los caminos en Chile, los existentes y los proyectados, a la infraestruc- tura de los puentes, y en general, toda ruta que apartase a la naturaleza y comuni- case a lo humano; estará atento además a los caminos fracasados de expediciones
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