Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
256 en la desmembrada y caótica Italia del Sacro Imperio; el otro en la des- membrada y caótica América Latina de su tiempo; al menos según él lo percibía. Si cabe alguna duda, ahí está la traducción que Bello hará de Alphonse de Lamartine, pero que no llega a publicar: ¿Para qué el odio mutuo entre las gentes? ¿Para qué esas barreras, que aborrecen los ojos del Eterno? ¿Hay acaso fronteras en los campos del éter? ¿Vense acaso en el inmenso firmamento vallas, linderos y murallas? ¡Pueblos, naciones, títulos pomposos! ¿Qué es lo que dicen? ¡Vanidad, barbarie! Lo que a los pies ataja no detiene al amor. Rasgad, mortales (Naturaleza os grita), las funestas banderas nacionales; el odio, el egoísmo tienen patria: no la fraternidad. 121 A diferencia de Bello, Dante escucha y admira las hablas particulares. Aunque su obra “de lingüística comparada excepcional para su época” se interrumpe, en De vulgari eloquentia —“el primer texto en que el mundo medieval cristiano aborda de manera orgánica un proyecto de lengua perfecta”, dice Umberto Eco— 122 promete en el capítulo XIX del Libro I ocuparse “de ilustrar las hablas vulgares inferiores, gra- dualmente descendiendo hasta aquel que es propio de una sola fami- lia”. 123 Como Dante, Bello —quien parece haber leído bien el tratado, pues cita detalles en sus cuadernos de Londres— 124 busca una lengua “natural y universal”, pero no pretende que esa lengua sea perfecta, 121 “¿Para qué el odio mutuo entre las gentes?”, vv. 1 - 15 , en Bello (Vol. I, p. 294 ). 122 Eco ( 2016 , p. 40 ). 123 “Sobre la lengua vulgar”, XIX, I. Dante Alighieri ( 2015 ). 124 Ver Cuadernos de Londres , cuaderno III, en Bello ( 2017 , p. 169 ).
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