Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
251 funcionario sin imperio A diferencia de Bolívar, Bello no llegó a creer demasiado en los idea- les de este mundo, y, por lo mismo, esos ideales tampoco lo defrau- daron del todo. Mientras Bolívar se hizo cada vez más conservador, el viejo Bello fue entreabriendo las puertas y ventanas de su casa, hasta un punto en que su casa fue la república. Si la sabiduría popular dice que la juventud pertenece a la rebeldía y la madurez a la prudencia, Bello no fue jamás un chico rebelde y tam- poco un anciano huraño, reacio al cambio. Comenzó a trabajar como tutor desde muy joven, así que conoció la realidad del trabajo cuando sus pupilos solo conocían la realidad de los deportes mundanos. Esta realidad del trabajo lo acompañó hasta la muerte: “Tengo mil cosas que hacer”; 111 “de las 24 horas del día apenas me es posible destinar dos a ocupaciones serias y que me impusiesen la necesidad de estudios profundos”, escribe a meses de morir; 112 y es que también sabe que el 111 En carta a Juan María Gutiérrez, fechada en Santiago, el 18 de febrero de 1846 . Epistolario II, en Bello (Vol. XXVI, p. 118 ). 112 Así escribe, el 16 de julio de 1865 , en carta a Manuel Ancízar. Epistolario II , ibid., pp. 465 - 6 . Y esta realidad del trabajo lo acompañó siempre, aun en su vejez, cuando habiéndose tomado unas humildes vacaciones en Valparaíso, junto a su familia, transporta en un baúl unos manuscritos que no toca. Escribe también a Manuel Ancízar desde el mismo Valparaíso, una década antes, el 13 de febrero de 1854 : “Sr. Manuel Ancízar [...] En efecto, querido amigo, aquí estamos, bas- tante bien hallados, aunque no tan holgadamente alojados como sería de desear. Permaneceremos en este puerto hasta el primero de marzo. ¿En qué consiste
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