Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
223 Eneas a través de la disolución de los mares, amenazado por tormen- tas, con sus rayos y lluvias, fuegos y aguas del arriba. Recordemos que el exiliado príncipe Eneas era considerado por Virgilio el abuelo fundador de Roma y, por lo tanto, del imperio para cuya dirección —en tanto Imperio Romano a la vez que Sacro y Germánico— había sido elegido posteriormente Carlos por los príncipes electores (curio- samente, ese Eneas reaparece como caballero galán y cristiano en la Edad Media [el Eneasroman ]). Estas eran las ideas dos siglos después, en la visión de Mercurino di Gattinara, canciller de Carlos V, 43 famoso lector de Dante. Dante dedi- có esfuerzos a refutar la teoría de la transferencia. Según los teóricos medievales, el imperio había subsistido no en Roma sino en Bizancio hasta que, con la emperatriz Irene —por ser mujer—, el imperio había regresado a Occidente, lugar donde lo había recibido el papa León III para coronar a Carlomagno como cabeza del imperio. Para Dante el imperio no podía hacerse griego, no podía jamás devolverse a Orien- te, pues procedía de allí. Pues bien, el padre del Imperio Español había sido, según esta cos- mológica épica, un nuevo César, el emperador que había reactualiza- do la vocación universal del clásico —y en este caso efectivo—, ideal imperial, al desplegarse sobre los territorios recientemente arranca- dos por Colón a las antípodas dantescas, donde debía haber emergido nada más que el Purgatorio. 44 43 Es preciso recordar que este asunto estuvo en permanente disputa. Por ejemplo, Solimán el Magnífico, habiendo vencido a Carlos V, en el tratado de paz firmado por ambos, se identificó a sí mismo como el emperador, “César” (es decir, la idea era que la primera Roma había sido politeísta, la segunda, Constantinopla, había sido cristiana, y la tercera, esta vez Constantinopla tomada por turcos, debía ser musulmana), y al emperador Sacro Romano Germánico como Carlos de España, solamente. El problema de la “Tercera Roma” era exactamente ese: después de Roma y Constantinopla, ¿qué ciudad era la cabeza del imperio ideal universal? De este orden histórico dependía un acuerdo tácito de liderazgo. 44 La atracción que ejerce la figura de Carlos V es la de un rey sol antiguo, un empe- rador oculto de los matorrales de Chile. Todavía a mediados del siglo XX, Augusto d’Halmar le dedica su Carlos V en Yuste , donde intenta comprender la figura de este “Emperador de Occidente, desde el Vístula hasta el Guadalquivir […] César, cabeza y corazón de tan gigantesco cuerpo”. Ver D’Halmar ( 1945 , p. 9 ). Se solaza explican- do que Wells en su Breve historia del Mundo dedicó “una página escasa a Napoleón, de un volumen de doscientas cincuenta y siete íntegras a Carlos V”, ibid. , p. 7 .
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