Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

222 como baluarte de la civilización . Bello ve que Carlomagno “previó las desgracias que iba à sufrir la Europa por [los dinamarquenses, o sea, los vikingos]”. 40 La pregunta cobra un valor radical y se multiplica hasta el máximo común divisor: el imperio. ¿Qué tan real fue Carlo- magno 41 y su previsión del peligro vikingo para la civilización-impe- rio? ¿Qué tan real fue su imperio? En sus anotaciones, el pensamiento de Bello aparece en crisis en todo momento: las vacilaciones ortográficas, las dudas sobre Carlomag- no y sus fuentes, el imperio… Todo es puesto en duda, en el marco de una labor historiográfica y lingüística profesional, provista de todos los medios que le ofrecía su tiempo, un siglo XIX que comienza a dudar y reescribir esos mitos que Bello acarreaba consigo como producto de su formación hispanoamericana. Es el mismo problema que enfrentó Dante al momento de funda- mentar la legitimidad, incluso teológica, del imperio. Cuando ya el Sacro Imperio parece más firme, en De la monarquía , Dante estable- ció los principios doctrinales y políticos de un imperio universal, de jurisdicción total, paralela a la de la Iglesia y no sujeta a la de ella, al punto que Dante argumentó a favor de un doble fin de la naturaleza humana. Esta escisión tenía por propósito reafirmar los derechos de este imperio, que se las entendía, en su competencia, con Cristo mis- mo, y no a través del papa. 42 Según Dante, el imperio iba siempre hacia el Occidente, desde su cuna troyana en el Oriente, incluso debiendo atravesar el inframundo y llevando consigo esa tradición del fuego primitivo que transporta referencia a Esteban de Garibay y Zamalloa, sobre la llegada de “muchos extran- jeros à España en los años 1202 ” para combatir a los moros. 40 Cuadernos de Londres , cuaderno XI, en Bello ( 2017 , p. 199 ): “Carlo magno previó las desgracias que iba à sufrir la Europa por ellos”. Una de sus fuentes es Lebeuf ( 1738 ). 41 Recuérdese que Bello ignoró La Chanson de Roland (según los editores de los Cua- dernos lo habría conocido “indirectamente”, a pesar de que el manuscrito más anti- guo que se tiene de esta se encontraba en la Biblioteca Bodleiana de Oxford desde 1634 ). Ver “Introducción” de Cuadernos de Londres , en Bello ( 2017 , p. 22 ) y Riquer ( 2013 , p. 37 ). Igualmente, es de considerar que el manuscrito no fue publicado sino hasta 1837 por Francisque Michel. Ver Riquer, ibidem . 42 En razón de un documento que acreditaría la supuesta donación del imperio por parte de Constantino al papa Silvestre I, antes que Lorenzo Valla demostrara la fal- sedad de esa “tradición” (recordemos la acepción de dicha palabra como “entrega”).

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