Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

220 elementos feudales y antiimperiales, oscuros y góticos, 34 que han pa- sado durante siglos por el cedazo de la civilización mediterránea, 35 y sin embargo ve que ellos portan una herencia imperial de ir hacia el oeste corriendo las fronteras. En relación a Chile, el Imperio Español logra, aunque apenas, lo que otro no pudo: “Aquí paró la conquista de los incas, precursora de otra más gloriosa”, 36 dice refiriéndose a del proceso”. Lockhart ( 2000 , p. 343 ). Se prefiere, para tales efectos, el término “contacto”, el cual no se reduce a fenómenos militares y permite varias perspec- tivas simultáneas. Sin embargo, aquí —como en otros casos— he empleado la terminología tradicional solo porque aludo al entendimiento de Andrés Bello, y no porque adhiera a ella. 34 España era para Bello una creación propiamente imperial romana que había sufri- do momentos de colapso de su aspecto romano (idea que se volverá muy común). Por ejemplo, así recapitula, por 1849 , en el comentario a la Memoria de Briseño: “El señor Briseño principia echando una ojeada rápida sobre las constituciones de la Península desde el régimen teocrático que dio leyes a la España gótica, y bajo cuya funesta influencia degeneró la nativa energía de los conquistadores, y descendió poco a poco la España al grado increíble de abatimiento que la hizo fácil presa de un puñado de sarracenos”. “Memoria histórico-crítica del Derecho Público Chileno”, en Bello (Vol. XXIII, p. 328 ). 35 En “Memoria sobre el servicio personal de los indígenas”, publicado en El Arau- cano, números 958 y 959 , 15 y 22 de diciembre de 1848 , escribe: “No se trataba de colonizar un país desierto; esto es, de establecer en él una sociedad en que los españoles cultivasen por sí mismos el suelo ocupado, ejercitasen las artes, fuesen a un tiempo los gobernantes y los gobernados, y formasen un todo homogéneo, que sacase de sí mismo su vitalidad e incremento, como lo hicieron los colonos británicos en la América Septentrional. Ni trataban tampoco los españoles de incorporar en su seno los indígenas, admitiéndolos a una completa igualdad de derechos civiles: sistema de que no sé si ofrece ejemplo alguno la historia del mundo. Tratábase de subyugar a los naturales, y de mantenerlos en un estado de dependencia, para emplearlos en la agricultura, en el laborío de minas, en toda especie de trabajo mecánico, a beneficio de los dominadores. Tratábase de verda- dera conquista, y de fundar, por consecuencia de ella, una verdadera feudalidad; y es preciso confesar que este sistema nacía de las circunstancias tan natural- mente, como nació la feudalidad en el mediodía de Europa, cuando las belicosas hordas del Norte se enseñorearon de las provincias del imperio romano de Occi- dente. Y aun puede decirse que para los conquistadores de Chile esta manera de establecimiento era un efecto inevitable de la situación; porque los bárbaros del Norte encontraron en la Europa Meridional naciones adelantadas, industriosas, opulentas, de cuya riqueza podían apropiarse una buena parte, dejándolas exen- tas de la servidumbre personal, a la manera que lo habían hecho los romanos en los países que sometieron a su dominación, al paso que los conquistadores de Chile, no más dados a la industria y a las artes pacíficas que los godos, francos y lombardos, no encontraban en el territorio de que se apoderaron, nada que pu- dieran repartirse, en recompensa de sus peligros y trabajos, sino el suelo mismo y los brazos de sus habitantes. De aquí el interés de los encomenderos; de aquí el de la corona, cuyos dominios acrecentaban, de aquí las ideas de la época”. Bello (Vol. XXIII, pp. 315 - 6 ). 36 “Araucanía y sus habitantes por Ignacio Domeyko. Santiago, 1845 ”, en Bello (Vol. XVIII, p. 753 ). Bello creía además que la gloria de ese imperio estaba ayudada por la fuerza de la evangelización, que sabía expandirlo mediante la paz. En “Memoria so-

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