Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
209 ¿ qué es un imperio ? Al hablar de Bello y el imperio es necesario precisar unas distincio- nes centrales. Se habla de imperio para aludir al Imperio Español en las Indias; se habla de imperio para referirse a los imperios colonia- les, llamados “imperialismos” (los que hicieron crisis con las guerras mundiales); se habla de imperio para referirse a una hegemonía mun- dial; y se habla de imperio en el sentido de los romanos, aunque tam- bién moderno, para referirse al “imperio de la ley”. El imperio más famoso hoy es el de los imperialismos, que es un fenómeno contemporáneo y algo posterior a Bello. “La palabra im- perialismo —recuerda Niall Ferguson— es un término peyorativo que se puso de moda a la vez entre nacionalistas, liberales y socia- listas”. 9 El dominio de ese “imperialismo europeo” es un proceso de los siglos XIX y XX: la superficie terrestre ocupada por estos impe- rios pasó de un 35 % en 1800 a un 84 , 4 % en 1914 . 10 Hacia 1914 , por ejemplo, el Imperio Británico se extendía sobre una cuarta parte de la superficie del planeta y una cuarta parte de la población humana, mientras que el francés sobre un 9 %; el 57 % de la humanidad vivía bajo imperios responsables de un 80 % de la producción económica mundial cuyas metrópolis no superaban en conjunto el 10 % de la superficie planetaria. 11 Durante este ciclo imperial, uno de los pocos lugares del globo que no era parte de un imperio era precisamente la mayor parte de América. Tan solo Estados Unidos y Suiza eran re- públicas en el mundo. Contra esto, la Santa Alianza, creada en 1815 tras la derrota de Napoleón en Waterloo, se proponía “mantener a toda costa las monarquías legítimas y ahogar cualquier grito republi- cano”, 12 con el agregado que la proyección que le daba su fundador el zar Alejandro I de Rusia tenía mucho de radical, oscuro y místico. 13 9 Ferguson ( 2013 , p. 204 ). 10 Headrick ( 2011 , p. 10 ). 11 Ferguson ( 2013 , pp. 204 - 6 ). 12 Lira Urquieta ( 1948 , p. 113 ). 13 Considérese que la Santa Alianza estuvo rodeada de un extraño ocultismo deli- rante que la hacía refractaria al examen racional. Si bien obtuvo en Metternich la fuerza y astucia de un fungido por su época, tuvo en el zar Alejandro I de Rusia a
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