Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

205 infancia en el imperio El “literato” americano de la primera mitad del siglo XIX es un “libe- rato”, no un libertador. Esto, que se puede decir de muchos escritores que tuvieron participación adjetiva en las batallas de emancipación, más todavía se puede decir de Bello. Quizás por su paso por Londres que acabó deteniéndolo ahí dos décadas, Bello será uno de los primeros americanos nostálgicos de aquel mundo antiguo contra el que, entonces y después, se combatía, que parece incluso hoy demasiado vivo, que se confunde con la vida, la muerte y la suerte de sus hijos. En este, como en otros casos, a la libertad sigue a veces la nostalgia y a la nostalgia, a veces también, algo así como la resurrección. Quizás porque no se desangró en ninguna batalla de libertad no quedaron en él heridas de odio, pero sí quedó consigo una energía de dudas. En 1955 Hernán Díaz Arrieta, “Alone”, escribía las siguientes lí- neas: “Sólo eso [estar en Madrid] nos permitirá escapar de la Torre de Babel de los dialectos, salir de la prisión de los lunfardos. Sólo así nos podemos dar el lujo verdaderamente imperial de pasar de un mundo a otro, de uno a otro hemisferio, y en los climas y lati- tudes más diferentes, entender y darnos a entender en el mismo idioma, con alguna dificultad, a veces, pero con las mismas palabras

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