Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

197 prácticamente todo a ser acordado o hablado/escrito. Son un pie for- zado de la voluntad, en el primer caso, y del uso, en el segundo, en que se precaven malentendidos, se resume la ilustración (la “aclara- ción” — Aufklärung — para decirlo en alemán) y se prefigura una cons- titución existencial que debe devenir mínima para ser exitosa. La tesis del orden portaliano ha gobernado a la historiografía chi- lena. Chile sería en ella una prolongación de los criterios que dejó establecidos Portales. Esta es una tesis a la que concurren partida- rios y detractores, quienes la reafirman porque adhieren a las im- plicancias políticas. Pero lo que los textos muestran es otra cosa. La conciencia más dura del orden portaliano la debemos a Encina y Edwards Vives. Ambos querían con ella refrendar las estrategias políticas de su presente. Ambos, especialmente Encina, desconfia- ban del aspecto “literario” de Bello y sus discípulos liberales e igua- litarios. Veían en él un algo sobrepuesto, desconectado de las raíces existenciales de la nación. Portales, en cambio, con su desfachatez, su desenfado, su antiintelectualismo —su autoritarismo, en suma—, su desparpajo conservador no doctrinario, sí estaba conectado con esos fundamentos. Con todo, lo que cabe preguntarse es por el grado de sofisticación que poco a poco fue adquiriendo ese legado de Portales, que no viene de él, más bien procede de Bello, quien a su vez tuvo en Portales a un protector. Decir que la capacidad de hacerse duradero de cierta estabi- lidad se debe al orden portaliano, y por tanto a Portales, es como sos- tener que la Alemania ilustrada y liberal de Weimar se debe al duque Carl August, cuando fue Goethe y toda la pléyade ilustrada y románti- ca, compuesta de artistas, filósofos, científicos y políticos, la que poco a poco logró ese grado de sofisticación desconocido en la aldea alemana. En lo que sí la tesis del orden portaliano tiene algo de credibilidad es en el hecho que cada vez que se ha visto amenazada la sofistica- ción bellista, ha aparecido tras ella la mano dura portaliana, como una ultima ratio que a veces ha sido también prima ratio . Por lo que si bien el bisnieto Joaquín Edwards Bello sostuvo que a Bello había que “buscarle hasta en las jornadas rojas de Lircay”, 272 más que de un 272 Edwards Bello ( 1966 , p. 174 ).

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