Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

181 del siglo XIX y que dice relación con los efectos de la Revolución francesa. Joaquín Edwards Bello proponía que su bisabuelo era “uni- versal”. 238 En efecto, era universal en el sentido eurocéntrico, occi- dental y francés. Pero este liberal, casi invariablemente, se quejaba de los desaguisados de la libertad en los ex dominios del Imperio Español. Por ejemplo, a propósito de los países hispanoamericanos hermanos, dice Bello sobre el sentido de la libertad que han prac- ticado: “El instinto de libertad [está] desgraciadamente pervertido o extraviado en todas partes, y [que] ya es tiempo de sobra de que sea moderado por el buen sentido público y dirigido por la razón y la experiencia”. 239 A estas alturas, Bello no entiende la libertad con la ingenuidad naturalista de los ilustrados. La Revolución francesa fue un quie- bre con ese naturalismo. La filosofía ya no puede hablar fuera de la historia, sin hacerse cargo de sus aplicaciones. En el siglo XIX los liberales franceses tenían una posición, que se podría llamar “del pasado”, o sea, lanzaban maldiciones contra el Antiguo Régimen, y valoraban los logros alcanzados por la Revolución francesa; 240 y otra posición, por así decirlo, respecto del futuro, esto es, que confia- ba en los bienes del porvenir. Pedro Lira Urquieta, uno de sus más inteligentes lectores, escribía que Bello estaba por un gobierno au- toritario y progresista a la vez, y que la carta de 1826 a Bolívar lo de- muestra, al “haberse expresado a favor de un sistema que combina 238 “Bello no fue conservador ni pelucón. No olvidemos la calidad o excelencia de su talento. Un humanista, un sabio como él, no puede ser encasillado en la uniformi- dad de una tenencia política. Bello, universal, fue más bien liberal que conserva- dor”. Edwards Bello ( 1965 , pp. 67 - 8 ). 239 “Aniversario de la victoria de Chacabuco”, en Bello (Vol. XXIII, p. 122 ). 240 Como explicaba Paul Bénichou; “Hay que tener en cuenta esa herencia espiritual y humana en toda su extensión, como una filosofía de conjunto de las relacio- nes del hombre con el Estado, sin olvidar que la libertad política misma supone, implícita o explícitamente, una doctrina de libertad moral. Tal ha sido, en todo caso, el punto de vista del siglo XIX francés”. Bénichou ( 2012 , p. 23 ). Los liberales creerán en la perfectibilidad humana, y que esa perfectibilidad no se funda en intereses naturales (que era la manera cómo los filósofos materialistas del siglo XVIII fundaban su sistema). Por eso, dice Bénichou, Madame de Staël y Benjamin Constant se creen los restauradores de la humanidad, de los ideales que habían sido reducidos a la mera naturaleza, “al mecanismo de las pasiones”. Bello enten- derá que no era ya posible una defensa naturalista de la libertad, y que su defensa debía ser consciente de sus apariciones defectuosas.

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