Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
178 Hubo en el siglo XIX un extraño heroísmo que se mezclaba con el martirio conservador. Bello, sin duda, participaba de este culto. Esta percepción está sin duda recogida y admirablemente elaborada en Los Girondinos , de Lamartine, libro que estaba en la biblioteca per- sonal de Bello —conforme a los catastros de Barros Arana, primero, y Alamiro de Ávila Martel y Barry Velleman, después—, junto a otros libros del mismo Lamartine, como La revolución francesa de 1848 , en una edición de 1849 . 231 En Los Girondinos , su autor desliza una extraña reflexión acerca de la muerte de Marat a manos de la damisela giron- dina Charlotte Corday: 232 En presencia del asesinato, la historia no se atreve a glorificar; y ante el heroísmo, no se atreve a condenar. La apreciación de seme- jante acto coloca al alma en la congojosa alternativa de glorificar el crimen o de castigar la virtud. Como el pintor que, no atreviéndose a dar la expresión compleja de un sentimiento mixto, arroja un velo sobre la figura de su modelo y ofrece el problema al espectador, aquí también es necesario cubrir este acto con un velo, dejando su juicio y apreciación a la conciencia humana. Hay cosas que el hom- bre no debe juzgar y que suben directamente y sin intermediación al tribunal de Dios. [...] Por lo que a nosotros toca, si pudiésemos hallar para esta joven libertadora de su patria y para esta generosa matadora de la tiranía un nombre que encerrase a la vez el entusias- mo de nuestra emoción hacia ella y la severidad de nuestro juicio con relación a su acto, inventaríamos una frase que reuniese los dos extremos, de admiración y de horror, en el lenguaje de los hombres y la llamaríamos ¡El ángel del asesinato! 233 Lamartine citaba a renglón seguido la defensa que Andrea Chénier hará de Charlotte Corday. El poeta Chénier es un buen ejemplo del 231 Ver Rodríguez Monegal ( 1969 , p. 467 ). 232 Un retrato de Charlotte Corday —de cuerpo entero, con la carta y el puñal a las puertas de la casa de Jean-Paul Marat—, que sigue colgado en la sala de profesores de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, nos habla de unos devotos secretos de Corday. 233 Lamartine ( 1904 , p. 316 ).
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