Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

169 resortes del corazón humano”. 213 El declive, la descomposición —en suma—, la capitulación de los ideales acaece, muchas veces, por un mundo indisponible, una especie de hidra, cuyas cabezas el ideal no puede cortar de una sola vez. La decepción con Chile de los seres del ideal —el caso de Manuel Bilbao— acaece con la imposibilidad de aceptar la pluralidad de cabezas, esa que el espíritu dramatúrgico aceptaba como un hecho ineludible e inexpugnable. El orden unitario del cielo, del ideal, no debe desaparecer. Es que no debe confundirse entendiendo, precisamente, qué tipo de recinto es el mundo. Bello, aunque pudiera parecerlo, no es un conformista, sino que pertene- ce a una categoría distinta: la de los lectores de textos escritos y no escritos, y a la vez, normativistas de la ortografía del espíritu. Esta, seguramente, ha sido la gran clave del liberalismo para construir su hegemonía tan vapuleada, ser según la definición animal del hombre: ser no siendo, sino apareciendo. 214 213 Bello, “Investigación sobre la influencia de la conquista y el sistema colonial de los españoles en Chile”. Memoria presentada por don José Victorino Lastarria”, en Bello (Vol. XXIII, p. 60 ). 214 Si hay liberalismo en Bello, es más bien neoclásico que romántico. Si se trata de conseguir la imagen de un sujeto, Bello no es un sujeto romántico en el sentido europeo “clásico” de esta palabra. A veces hace declaraciones desde su yo román- tico y otras veces habla desde el anonimato (como poeta o articulista) o redactan- do el discurso de la presidencia de la república; habla con la neutralidad fingida del funcionario exterior o con la prosa, a ratos sutilmente poética, del Código Civil ; a veces con una lengua impersonal del divulgador, otras con el comentario punzante, ácido y cínico. Todas estas voces conviven en Bello. Su “yo fuerte” tiene algo de mito, pero Bello construye el mito.

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