Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
161 discípulos fue José Victorino Lastarria, el que tuvo que ponerse bajo la férula de Bello cuando Mora dejó de tener acceso a sus discípulos. 191 Entre Meneses y Mora, Bello fue quizá una especie de recurso in- termedio. Bello era tan lector de Bentham como Mora y era de un his- panismo que lo aproximaba a Meneses. En el asunto del mayorazgo, Bello quedó muy bien instalado cuando entró en escena su hijo Juan Bello y todos los demás jóvenes, quienes, de alguna forma, hicieron el papel de los radicales, mientras que Bello quedaba dispuesto al centro (lo cual no significa que los episodios de su hijo no lo hayan afectado profundamente). 192 Tendía a una peculiar calma para no dejarse llevar por el acontecer político y, sin embargo, participaba de él como un personaje más. En esto se parece a los autores de diálogos renacen- tistas que diseñaban —no fabricaban— una discusión en la que ellos finalmente tenían la razón. En tal sentido, el “diseñador liberal” que era Andrés Bello se atenuaba por el espíritu dramatúrgico. 193 191 En gran medida, el martirologio de Mora se debe a Lastarria, quien lo defendió e hizo verdadero acreedor de algunos de los méritos atribuidos a Bello, siguiendo a Emir Rodríguez Monegal, quien dice además que Lastarria, comparando a Mora y Bello, dejó a este último “como un retrógrado hispanizante, como reaccionario de la peor especie”. Rodríguez Monegal ( 1969 , pp. 241 - 3 ). 192 En efecto, Juan Bello Dunn fue condenado al exilio: Bello escribió amorosas cartas a su hijo y gestionó su regreso a Santiago. Por ejemplo, esta carta fechada en Santiago, a 20 de mayo de 1851 : “Mi querido Juan: Hijo mío. En ninguna épo- ca de mi vida ha sido tan triste para mí la separación de cualquiera de mis hijos, como en la presente en que necesito de todos para llenar el vacío horrible que la muerte ha dejado en esta casa. ¡Qué soledad para el corazón de un padre! Carlos y Andrés en Copiapó; la Luisa imposibilitada por su parto de acompañarnos; la Asunción en Talca; la Rosario, también, a quien cada día me complazco más en contar el número de mis hijos, en la misma situación que Luisa ¡y tú! ¡preso, desterrado, sin haber visto a tu pequeño Héctor, sin haber derramado una lágri- ma sobre el lecho de muerte de tu hermana que te echó de menos en sus últimas horas. Ha sido para nosotros un consuelo el parto feliz de tu mujer, y sobre todo la circunstancia tan grata para ti y para ella, de haber al fin cumplido el cielo tus votos, concediéndote un hijo varón. Es según todas las noticias (pues aún no he tenido ánimo para verle), un hermoso niño, bastante parecido a ti”. Epistolario , en Bello (Vol. XXV, pp. 221 - 2 ). 193 Explica Paul Bénichou sobre el escritor clásico del siglo XVIII: “La versatilidad se cuenta entre las características más frecuentes de la época. Los poetas caían en ella en su esfera, cifrando su gloria en brillar de todos modos, diciendo todo aquello que se les quería oír decir, sin que se les tuviera por realmente respon- sables de lo que decían”. Bénichou ( 1984 , p. 61 ). El escritor predicador oracular, profeta sin iglesia, es más bien un personaje romántico. El carácter del escritor neoclásico se ajustaba mucho mejor al espíritu dramatúrgico, pero la capacidad de manipular la situación, sin que se note, es una conciencia muy romántica, de las cual algunos abjuran.
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