Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

152 Este amor por el teatro lo acompañará a Chile, donde “ procuró el gusto por la literatura dramática desde los espacios de poder que le otorgaban el foro de la prensa y la cátedra universitaria —explica Mó- nica Botta—, con la doble finalidad de procurar la apreciación del arte escénico y de propiciar la concurrencia al teatro, Bello incentivó la escritura, lectura y el comentario del texto dramático, como así tam- bién la traducción de piezas de origen europeo”. 173 En efecto, realza la dignidad social del teatro a un punto, como expondré, la sociedad adquiere una organización teatral. La mano invisible del espíritu dramatúrgico se cuela incluso en la Constitución de 1833 , si damos crédito a la leyenda que dice que él la redactó. 174 El espíritu dramatúrgico nos hace pensar que la autoría di- recta de la Constitución de 1833 por Andrés Bello poco importa. Bello conducía a Egaña y era capaz de articularlo. hablar a través de otros Para la libertad de la lengua, el teatro es un fenómeno complicado. El teatro permite al autor no hablar directamente sino que hacerlo a través de sus personajes. Sus personajes no son una colección de heterónimos cuyas máscaras son fácilmente pesquisables. Los perso- najes del dramaturgo serán verdaderas fragmentaciones ontológicas al punto que será muy difícil poder asir esta modalidad de la dicción. Durante los siglos XVIII y XIX —el cine era todavía un sueño—, la tolerancia del poder al teatro era un buen termómetro del estado de las libertades civiles y políticas. En 1835 una compañía quiso repre- sentar en Santiago Mahoma o el fanatismo , de Voltaire. Miguel Luis Amunátegui escribió que “el clero husmeó la cosa, i trató de impedir- lo a toda costa”, mientras que en El Araucano (número 249 del 12 de 173 Botta ( 2015 , p. 35 ). 174 Escribe Lira Urquieta ( 1965 ): “Su acción más decisiva se hizo sentir, sin duda, en la Constitución Política del año 1833 . No quedan artículos ni memorias que hablen de ello. Hay uniformidad de pareceres en atribuir a don Mariano Egaña la redacción del texto; mas eso no excluye la intervención preponderante de su gran amigo Bello”. Que los redactores de la carta hubiesen dado permanentes informes verbales a Portales es para Pedro Lira un dato suculento: seguramente Bello andaba detrás.

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