Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

121 Pero en lo que respecta a sus discípulos, les insufló un nuevo tipo de atrevimiento. El atrevimiento en Chile había sido el de la burla, el del sentido del ridículo exacerbado. La influencia de Bello invitó a sus discípulos a pensar, a juzgar, a escribir, a imprimir, sin temer el qué dirán. Los Amunátegui llegarán al extremo de pasearse por toda la literatura hispanoamericana de su tiempo, repartiendo honras y deshonras, e incluso al mismo Bello, en tanto poeta, darán de chico- tazos. 133 La auctoritas cederá ante el imperativo más categórico de la ley, porque la ley es una hija que recluye en un hospicio a la auctori- tas . El concepto de ley que manejará la Ilustración no se contentará con ese concepto difuso que era la auctoritas de letrados y juristas, propio del Antiguo Régimen. Ya en el absolutismo irá más lejos. Es este uno de los capítulos de la antitragedia jurídica. La tragedia griega, y la escasamente trágica versión romana de Séneca, muestra esa legalidad a ratos oculta y a la vez manifiesta, a la que se llamó a veces moira , fatum , “fortuna”, “destino”. Ese gobierno hacía que el acontecer no estuviera bajo dominio de la normatividad humana; la excedía del todo. El Derecho, tal como se desarrolló a partir de Roma, propuso, en cambio, un acontecer que podía ser regido por la normatividad humana. El mismo Bello es tal vez cons- ciente de esto cuando comentando Edipo en Colono , de Sófocles, dice de ese “rey proscrito [Edipo], ciego, errante [que fue] objeto de la detestación universal, que no es en él un castigo del crimen, sino un decreto del destino ”. 134 Hegel dice que la figura de Creonte, en la Antígona de Sófocles, es un antecedente de dicho advenimiento. Po- dría, por otra parte, decir aquí que el hecho que Edipo se haya arran- cado los ojos a sabiendas que era víctima de su destino, es una señal de que la culpa operaba más allá de toda concepción del acontecer. 133 Los Amunátegui lo explicaban: “nos hemos tomado sin embargo esa licencia, que algunos calificarán de petulancia, porque el criterio literario i artístico está basado, no en la autoridad, sino en el juicio de cada individuo. El mas ínfimo de los hombres tiene pleno derecho para aprobar o reprobar el libro, el cuadro o la estatua que hayan sido creados por el injenio mas sobresaliente; así como los otros lo tienen también para aceptar la opinion que les parezca fundada, o rechazar la que encuentren caprichosa”. Gregorio Víctor y Miguel Luis Amuná- tegui ( 1861 , pp. 216 - 7 ). 134 Las cursivas son mías. “Compendio de la Historia de la Literatura”, en Bello (Vol. IX, p. 53 ).

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