Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
114 hace el pastor más daño en la semana, que en el mes o el año la garra de los tigres nos hiciera. Oveja que le pide a su Dios que caigan sobre ella todas las calamidades. Quiere ser como la liebre que va “donde le place/ sin zagal, sin redil y sin cencerro” y sin tener “que pedir licencia al perro”. Las ovejas detes- tan al hombre porque a él “viste y abriga […] nuestra lana”. Para peor, cuando Dios airado envía a la tierra para castigar sus delitos “hambre, peste o guerra” es “la oveja sola/ [la que] para aplacar tu cólera se in- mola”, reclama. “Él lo peca, y nosotras lo pagamos”, sentencia la oveja, y añade: “harto más fiera es el pastor que el lobo”. Entonces proclama: “¡mueran los pastores!”, y “¡ah!” dice, “todo es uno”. 127 Las ovejas no pueden ser libres. Ellas requieren de autoridad. La ardilla de Florian había aprendido a ser la compañera del dogo y era ya lo suficientemente astuta para enfrentarse al astuto zorro. Pero las ovejas requieren de sus perros pastores, de sus autoridades, que por su incómodo papel a veces parecieran ser sus verdugos. Este poema de Bello es una declaración de principios. Ante la di- cotomía buenos-malos, presenta una tricotomía: ovejas-pastores-lo- bos. Las ovejas acusan a sus pastores de sacrificarlas, de trasquilarlas; de modo que no serían tan distintos de los lobos. Pero Bello busca enseñar con este poema que los guardianes de las ovejas, es decir, los pastores (las autoridades) son quienes protegen al pueblo de sus verdaderos enemigos: los lobos. En esta tutela, los pastores suelen hacerse impopulares; se les enrostran toda suerte de malas prácticas. Entonces, la dicotomía bueno-malo es el triunfo ideológico de los lo- bos. Puestos los pastores en el lado de los lobos (los malos), ahora las ovejas (los buenos) han quedado a merced de los lobos, sin pastores que las protejan. La oveja es ingenua, la ardilla no. Los hermanos Amunátegui —tan discípulos de Bello como eran— no vieron con buenos ojos este poema. Escribieron esta crítica en que lo llaman a ser más moderado y preciso, a ser bellista como Bello, al propio Bello: 127 “Las ovejas”, en Bello (Vol. I, pp. 354 - 6 ).
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