Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
106 Una posible explicación está en la lectura de Durán Luzio, quien afir- ma que quizás sea el neoclasicismo lo que hace a Andrés Bello sostener que la literatura “debe prestar un servicio al hombre [...] acaso su con- cepción utilitaria de la escritura es la que llevó a este creador a limitar su vocación poética para dar luego mayor curso a sus dotes pedagógi- cas”. 96 En un sentido similar, Samuel Gili Gaya decía que Bello “supo crearse en todo momento los deberes que sus circunstancias le pedían, quizá porque sentía, a la manera de Goethe, que el conocimiento de sí mismo no se alcanza con la reflexión, sino que con la acción que mide nuestros límites y ensancha las posibilidades del espíritu”. 97 oda a la vacuna Una materialización de esta idea es su antigua oda “A la vacuna”. En ella, no hay ninguna exaltación de lo raro, de lo extravagante y contrario al poder político que conoce. Bello se inclina ante los bienes del progreso, que en ese momento proceden del monarca. Es una poesía que celebra la innovación y la salud. La viruela había diezmado las poblaciones. Be- llo dice que es un gas letal: “todo se daña y vicia; un gas impuro/ la re- gión misma inficionó del viento;/ respirar no se pudo impunemente”. 98 De esta contaminación resulta que “Viéronse de repente señalados/ de hedionda lepra los humanos cuerpos,/ y las ciudades todas y los cam- pos/ de deformes cadáveres cubiertos”. 99 El médico británico Edward Jenner ( 1749 - 1823 ) es proclamado el inventor y el rey Carlos IV 100 (que gobernó entre 1788 y 1808 ), el difusor de la vacunación: 96 Durán Luzio ( 1999 , p. 31 ). 97 Gili Gaya ( 1982 , p. 503 ). 98 “A la vacuna”, vv. 83 - 85 , en Bello (Vol. I, p. 10 ). 99 “A la vacuna”, vv. 93 - 96 , ibidem . 100 Con todo, en “Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de la decadencia de la monarquía española, por el señor Sempere, antiguo magistrado español” , artículo publicado en el número 2 de El Repertorio Americano, en enero de 1827 [pp. 306 - 7 ], Bello escribe sobre Carlos IV —por quien todavía siente afecto— y las causas de la caída de la monarquía española en América: “Hubiéramos desea- do que el señor Sempere hubiese dejado la pluma al llegar al reinado de Carlos IV, pues tememos que se le note, y no sin razón, de cierto espíritu de partido; y tampoco dejaremos de extrañar que la conclusión de sus Consideraciones venga a
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