Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

104 llamado ilustrada aparecía con arranques inquisitoriales. Miguel Luis Amunátegui narra aquella escena en que el destacado Ventura Marín ( 1806 - 1877 ) —“que había tomado parte activa en el movimiento libe- ral de 1828 ”—, 91 que prácticamente no vivió bajo el Imperio Español, ingresa a la Sociedad de Lectura de Santiago a destruir libros: “Años después el distinguido filósofo Ventura Marín rompió, en un arran- que de locura, las hojas de varios de los volúmenes colectados, que consideraba heréticos e impíos”. 92 los empleadores de bello Muchos se han preguntado para quién trabajaba Bello, quién era su empleador, políticamente hablando. Tanto en Caracas como en Londres y en Santiago, siguió siempre siendo un funcionario públi- co, de altos encargos a veces. En esto no varió. Lo que sí varió fue su empleador. Fue la administración del Imperio Español al prin- cipio, la embajada patriota en Londres después. Y finalmente, las ocupaciones de la cancillería y la educación en Chile, bajo gobiernos conservadores y patrocinado por Diego Portales, cuyas credenciales democráticas eran escasas. La imagen de Bello fuera de las órbitas del océano civilizado (el Atlántico) no está lejana de la de los tauros. Pero la estima que le pro- fesaron los tauros chilenos no debe dejarnos indiferentes. Se dieron, desde el inicio, situaciones un tanto penosas como la que referirán los Amunátegui en Juicio crítico de algunos poetas hispano-americanos . A mediados del siglo XIX Chile era considerado un caso extremo de oscurantismo colonial. No podía haber poetas porque no había ideas, y no había ideas porque no había cultivo de la mente ni de la tie- rra, se dirá. “Chile —escribían los Amunátegui— habia sido una de las colonias americanas mas atrasadas. El período de su existencia, comprendido entre 1810 i 1840 , habia sido ocupado por la revolución 91 Subercaseaux ( 1997 , p. 43 ). 92 Miguel Luis Amunátegui ( 1888 , p. 282 ). El mismo autor de esta anécdota se veía en la necesidad de aclarar con ironía: “Entiéndamese, sin embargo. Yo no preten- do que la literatura sea obscena; no llega a tanto mi imprudencia”, ibid. , p. 278 .

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