Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

103 sugiere Jaksic— 86 no disimulaba su predilección por el sector conser- vador. Bello desaprobaba el radicalismo de la empresa revolucionaria en Venezuela. A Bello se lo trataba de “agente confidencial en París” y no tenía dinero ni para ir al continente. Debía pagar de su bolsillo a la servidumbre de la delegación. Apenas vivía con lo que conseguía de Irisarri y no veía posible dar una buena educación a sus hijos en Inglaterra. Abrigaba la opción de ser designado Ministro de Colom- bia en Estados Unidos y escribía en el invierno de 1824 a Gual: “Por otra parte me es duro renunciar al país de mi nacimiento y tener tar- de o temprano que ir a morir en el polo antártico de los toto divisos orbe [separados del mundo completamente] chilenos, que sin duda me mirarían como un advenedizo”. 87 Bello se decidirá por ese mundo antártico fuera de toda civilización, que según su propio chiste en latín tiene mucho que ver con Inglaterra, 88 pero en el cual no iría a hallar un mero asilo o una tumba. 89 Y es que, en definitiva, se puede decir que al sudoeste del Pacífico había también tauros proclives a Bello, de uno y otro sector. 90 Pero incluso gente que podría haberse 86 Jaksic ( 2001 , p. 130 ). 87 Caldera ( 1964 , p. 41 ). 88 Porque es una referencia burlona al famoso verso 66 de la primera Égloga de Virgilio, la cual dice: “ et penitus toto divisos orbe Britannos ”, porque, al igual que Chile, Inglaterra había sido también un lugar apartado del mundo. 89 “[L]levado de la mano por Antígone, la sola compañera y consoladora de su infortunio, bellísima idealización de la piedad filial; conducido a la sombra del bosque sagrado de las Euménides; mendigando no un asilo, sino una tumba, en país extranjero”, escribe Bello sobre el viejo Edipo exiliado en Colono. Cuando lo escribe, Bello ya estaba instalado en Santiago, y parece como si hablara de una suerte que no corrió, pero que estuvo a punto de correr. “Compendio de la Histo- ria de la Literatura”, en Bello (Vol. IX, p. 53 ). 90 Grínor Rojo plantea que Bello no debe ser entendido ni como un “intelectual orgá- nico de la oligarquía chilena” ni como un intelectual autónomo, por sobre su con- texto. Rojo reacciona así contra el “trámite” conservador que “desgraciadamente” corrobora Ángel Rama, al poner al intelectual autónomo de fines del siglo XIX a competir con el tradicional, caso, este último, que sería el de Bello. Rojo ( 2011 , pp. 104 - 5 ). En su lectura atenta del “Discurso de instalación” a Rojo le parece “de incontestable vigencia” la intuición de Bello según la cual: “Los bienes de la cultura si bien es cierto que gozan de un grado de independencia relativa, no aparecen en el mundo desligados de las contradicciones no culturales que en ese mismo mundo se presentan”, ibid. , p. 104 . La tesis de Rojo conduce a preguntarse por la articulación cultural de esa oligarquía que, como los tauros a la Ifigenia de Eurípides y Goethe, le otorgaron las libertades de un importante espacio, lo cual, en principio, habla mal de Bello o no tan mal de ese grupo, pero, a la luz de la Ifigenia de Goethe, habla también de ciertas capacidades para “conducir el conflicto”.

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