Andrés Bello: libertad, imperio, estilo

102 hay una masa de ilustración que sólo necesita ser impulsada por la probidad”. 83 El Valdiviano Federal ponía en duda las “virtudes” de este extranjero. Bello no era animal conocido por la sociedad santiagui- na. No se sabía nada de sus antepasados. Y, pese a que por entonces Hispanoamérica estaba menos fragmentada por las nacionalidades, nadie era pariente suyo. Bello solamente era tenido por gran “litera- to”, aspecto que no bastaba, sino que daba para desconfiar de su “vir- tud”. Esta perorata salía de la pluma de José Miguel Infante, el hombre detrás de El Valdiviano Federal , que descolló por atacar a Bello y que en otra furibunda ocasión lo llamó “miserable extranjero, que, si no pudiendo existir en su país (no nos metemos a averiguar por qué), ha hallado Patria en Chile”. 84 Bello fue amigo de los Pinto (maestro de Aníbal) y los Egaña. 85 Tenía relaciones a ambos lados del espectro político. Pero —como 83 Citado en Jaksic ( 2001 , p. 129 ). 84 El 15 de marzo de 1835 en El Valdiviano Federal . Citado en Álvarez ( 1981 , p. 92 ). José Miguel Infante fue uno de los grandes ilustrados que contribuyeron a la in- dependencia de Chile. Posteriormente Infante hará circular la acusación según la cual Bello habría sido un delator en Caracas. 85 Pero aun en el amparo de Mariano Egaña, vemos a Bello tratado como un sir- viente. En cuatro cartas, fechadas entre el 8 de abril de 1846 y el 28 de abril del mismo año, Mariano Egaña le pide a Andrés Bello que se haga cargo de “buscar y contratar” un jardinero para la finca que Egaña tenía en Peñalolén y que estaba “abandonada”. Carta de Mariano Egaña a Bello, 8 de abril de 1846 , en Bello (Vol. XXVI, pp. 120 - 1 ). Mariano Egaña —doce años menor que Bello— le da varias ins- trucciones respecto del acuerdo: cuánto debe pagársele al jardinero, cuánto por las tareas de su esposa, etc., y le trasmite sus dudas respecto de las competencias del jardinero. Las cartas muestran a un Bello de 65 años debiendo ocuparse de un asunto pedestre en que se agolpan toda suerte de incisos. Bello, que en agosto de ese año recibirá cartas de su hijo Carlos —entonces de viaje— en que le contaba sobre sus admiradores venezolanos que recitaban su “Silva” de memoria, debía bajar de su sitial espiritual para ponerse a las órdenes de Egaña. Bello no parece resentir nada; en la necrología de Egaña —publicada en El Araucano , número 827 , 26 de junio de 1846 —, escribirá: “Alma sensible, para quien la piedad filial era una especie de idolatría: el retiro de Peñalolén, hermoseado con tanto esmero, teatro de sus inocentes y filosóficos placeres campestres, era como un templo erigido a la memoria de su padre”. “Mariano Egaña”, en Bello (Vol. XXIII, p. 385 ). En febrero también de ese año de jardinerías, ante la ausencia de Carlos, su hijo, anuncia al poeta Juan María Gutiérrez “tengo ahora mil cosas que hacer”; como si ese caudal de ocupaciones, que iban desde redactar el Código Civil y su papel en la recientemente instalada Universidad de Chile hasta conseguirle el jardine- ro a Egaña, lo saturasen, pero al mismo tiempo liberasen de verse aplastado. La misiva de Andrés Bello a Juan María Gutiérrez, fechada el 18 de febrero de 1846 , dice: “Es cuanto tengo tiempo de decirle a V., porque con el viaje de Carlos tengo ahora mil cosas que hacer; pero veo ya acercarse la época en que podré respirar un poco, y cumplir con más regularidad los deberes de amistad y gratitud”. Bello (Vol. XXVI, p. 118 ).

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