Andrés Bello: libertad, imperio, estilo
101 vuelvo luego en mí, me encuentro a millares de leguas del Catuche, del Guaire y del Anauco, y de Sabana Grande y de Chacao y de Pe- tare, etc. etc. Todas estas imágenes fantásticas se disipan como el humo, y mis ojos se llenan de lágrimas. ¡Qué triste es estar tan lejos de tantos objetos queridos y tener que consolarse con ilusiones que duran un instante y dejan clavada! 79 A Chile se lo mira como una costa donde Bello va a naufragar entre conservadores, reaccionarios y anárquicos, un lugar donde debe co- rregirse para participar sin demasiados problemas. Es decir, si bien Bello hubiese preferido verse representado por el solitario Filoctetes o el desterrado Edipo, en las versiones de Sófocles, 80 la Ifigenia se ajusta muy bien a su figura. 81 En Londres —se dice— fue un erudito “positivista”, y en Santiago “desaparece” el positivista para dar lugar al servidor de varios gobiernos oligárquicos, quedando sumido “en un catolicismo que no conoció en sus mejores días de juventud”. 82 Recordemos que, reaccionando ante el anuncio del número 4 del periódico La Clave , El Valdiviano Federal acomete contra el gobierno aduciendo la calidad de extranjero de “Andrés Bells” (sic). “En Chile 79 Epistolario , en Bello (Vol. XXVI, pp. 153 - 4 ). Y en el mismo tenor, dice: “Lee estos renglones a mi adorada madre, dile que su memoria no se aparta jamás de mí, que no soy capaz de olvidarla y que no hay mañana ni noche que no la recuerde: que su nombre es una de las primeras palabras que pronuncio al despertarme y una de las últimas que salen de mis labios al acostarme, bendiciéndola tiernamente y rogando al cielo derrame sobre los consuelos que tanto necesita”. 80 Bello suele simpatizar con los injuriados, exiliados y desterrados, y en general, con todo espíritu en minoría. Dice, por ejemplo, de Jenofonte: “Se le acusaba de partidario de los espartanos. En el destierro, compuso todas sus obras históricas, políticas y filosóficas. En todas ellas, se muestra eminentemente religioso, justo, digno discípulo de Sócrates”. “Compendio de la Historia de la Literatura”, en Be- llo (Vol. IX, p. 59 ). 81 Bello prefería a Sófocles. Se sumó a los críticos de Eurípides, matizando, agre- gando un comentario de Plutarco que viene muy bien aquí: “[Eurípides] gusta de largas relaciones; abusa de la filosofía; tiene pasajes triviales al lado de bellezas incomparables. Su estilo, a veces difuso, es claro, elegante, armonioso. A pesar de todos sus defectos, ejerce una seducción irresistible […] Plutarco, hablando de los atenienses, que después de la derrota de Nicias, cayeron en poder de los siracusa- nos, refiere que, recitando los versos de Eurípides, de que los sicilianos gustaban mucho, consiguieron que sus amos los tratasen benignamente, y aun restituyesen la libertad a algunos de ellos ” (la cursiva es mía). “Compendio de la Historia de la Literatura”, en Bello (Vol. IX, pp. 53 - 4 ). 82 Alvarado Tenorio ( 1995 a, p. 12 ).
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