Estéticas menores
I.VIDEODROME Podríamos pensar en la noción de Martin Heidegger de ser-para-la-muerte (Dasein zum Tode), de la integración de la muerte dentro de la vida. De un modo similar podríamos hablar de «Desing zum Tode», o de un tipo de diseño en el que la muerte es el horizonte universal, que funda una estructura de significados que es estrictamente jerárquica y violenta. (Steyerl 2018: 29). Sin embargo, lo que nos ocupa en este trabajo no es reiterar sólo a los sujetos que sufren estas violencias acumulativas sino preguntarnos por el cómo se da esta normalización de la violencia y cómo la distribución de estos imaginarios crea una suerte de insensibilidad, anestesia y reprogramación de los aparatos de percepción que producen a su vez desmovilización social. Producción de percepción y secuestro del sentido de las imágenes del f eminicidio En este apartado propongo que la distribución visual de la violencia no es casual, ya que como brillantemente lo han argumentado teóricas feministas como Julia Monárrez al hablar del «feminicidio sexual sistémico» (2009) o Rita Segato con sus reflexiones sobre el femigenocidio (2012) y la guerra contra las mujeres (2012; 2014) la violencia misógina es consecuencia de ejes transversales de poder y de producción de violencia diferenciada por género, raza, clase y geopolítica. Por dicho motivo, propongo que el enraizamiento y distribución de la cultura del feminicidio y su consumo estetizado es el resultado actual de un proceso enlazado con la producción de ciertos modos de percepción de las imágenes que hipernormaliza el cuerpo masacrado de las mujeres. Entiendo hipernormalización en el sentido que le dan tanto Adam Curtis en su documental titulado HyperNormalization (2016) como el antropólogo ruso Alexei Yurchak, quien acuñó el término en 2006, quienes por medio de ese concepto explica el pacto social en torno al conocimiento consciente de que se vive en una 78 realidad a punto del colapso y ante este panorama se
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