Estéticas menores
I.VIDEODROME punto en que hoy ya no reconoceríamos la diferencia entre ficción y realidad. El placer del cine en el régimen del capital sería el placer del consumo, la objetivación del otro y la catarsis como liberación temporal, en aras de recuperar energías para el trabajo infinito del obrero y el asalariado. Así, los filmes abyectos promoverían conductas perversas. con la intención de anestesiar la afectividad del espectador en tanto consumidor. Dicha hipótesis, sabemos, ha sido adaptada y reacondicionada por innumerables autores, algunos con mucha fortuna y elegancia -como G. Debord-, otros excesivamente complacientes y tal vez con poco espesor reflexivo - como B. Han-. Pues, indicaba, la ruta inmediata y por ello más satisfactoria es condenar al cine -y a ese cine abyecto- como epítome de la perversión del capital, en este caso contra la mujer. Revisemos, por ejemplo, quien realizó una elegante y sumamente interesante variación de los postulados adornianos, así como de la propuesta brechtiana sobre la representación. Me refiero a Laura Mulvey, quien en su afamado artículo Elplacer visval y el cine narrativo (1975) indicaría: Activando la tensión entre el cine qve controla la dimensión del tiempo (edición, narración) y el cine qve controla la dimensión del espacio (cambios en la distancia, edición), los códigos cinemáticos crean vna mirada, vn mvndo y vn objeto, prodvciendo por ello vna ilvsión confeccionada a la medida del deseo. Son estos códigos cinemáticos y sv relación con las estrt1ctt1ras formativas externas los qve deben ser desmantelados antes de qve elcine convencionaly elplacer qve provee pvedan ser desafiados. (. . .) Elprimergolpe contra la acvmvlación monolítica de convenciones fílmicas tradicionales (ya asvmido por cineastas radicales) es liberar la mirada de la cámara en sv materialidaden tiempo y espacio y la mirada de la audiencia en la dialéctica y la apasionada separación. 46 No hayduda que esto destruye la satisfacción, el
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