Estéticas menores

I.VIDEODROME el propio J. Ranciére aludiría a dicha duplicidad al momento de pensar sobre lo intolerable de la imagen y lo intolerable en la imagen: o bien la representación es demasiado cruda como para ser exhibida. o bien la representación es demasiado débil en relación a la crudeza de lo real; en cada caso, señalaría Ranciére (Cfr. 2010), el propósito pareciera ser culpar al espectador de una supuesta pasividad frente a la crueldad del entorno. Pues en efecto todo examen sobre el rape and revenge, primero que todo, deberá realizar dicha estimación: aquellas imágenes son «excesivas», ya sea por su extrema verosimilitud o por su ausencia. Segundo, excesivas por usar el shock como estímulo de placer. Es decir, porque a diferencia de otras imágenes cruentas, aquí se favorecería la retorcida complacencia generada por la integración de eros y tánatos, o incluso, de eros y keres. Un estímulo de placer -«real» en el espectador- suscitado por el dolor -«ficticio» 16 en el personaje- de otro. Es decir, el rape and revenge, si ha de ser vilipendiado, es a propósito de un asunto ético o tal vez moral; o en otras palabras, aquellas críticas no van dirigida a la imagen como tal, sino a sus supuestas intenciones o sus posibles efectos. Es, tal vez como lo indicaría el antes mencionado Ranciére, una forma de atribución de culpabilidad al espectador, aunque en este caso no por su pasividad, sino además por su goce. Pero ¿es posible sortear aquellos juicios inmediatos -y tal vez en parte necesarios- en aras de confrontar a aquellas imágenes de un modo nuevo? ¿Es posible, y redituable. acercarnos a ella con una estimación distinta? Para comenzar a responder tales preguntas, al menos de forma parcial, tal vez sea necesario referirse al más reciente producto vinculado al rape and revenge que ha alcanzado cierta importancia en los círculos asiduos al cine B. Se trata del filme francés Revenge (2017), dirigido por Coralie Fargeat. Aquí basta con detenerse en el hecho de que sea una mujer, por vez primera. quien tome las riendas de la dirección, como para permitirse 42 sospechar un giro de identidad en las fórmulas manidas

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